Estudiando

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Portavoz: Ron.

Miré el pergamino frustrado.

-Nunca voy a aprender esto, Hermione.

-No es tan complicado, vamos. Solamente tienes que ponerle empeño.

-Dices lo mismo para todo.

-Perdona, pero, ¿me he equivocado?

Suspiré.

-Basta de tonterías. Va a salirte, y vas a aprenderlo todo con claridad. Tengo toda mi fe en ti.

Volví a mirar el libro y mi pergamino, solamente que esta vez parecía ser más fácil, al menos con el eco de las palabras que ella me había dicho:

"Tengo toda mi fe en ti."

Luego de unos minutos, por fin acabé. Y entendía. Milagrosamente entendía lo que había hecho.

-Lo logré.

Ella sonrió.

-Lo sabía. Y a que ahora entiendes lo que escribiste.

Asentí.

-Genial. Es un poco tarde, mejor subo a la cama...

-No. Espera. Quería saber si quisieras ayudarme con mi ensayo de Transformaciones. No soy bueno en eso.

Hermione me sonrió.

-Claro. Veamos...

Nos sentamos los dos en un sofá de la Sala Común. Tomé mi libro y leí la consigna.

-Bien. No entiendo el problema.

-El problema es que no entiendo ni media palabra de lo que dice el libro. Y no tengo idea de cómo hacer un hechizo tan complicado...

-Es sencillo. Convertir algo en piedra. El movimiento de varita es lo que es complicado. Lo demás no.

Ella sacó la varita y la agitó haciendo un complicado arabesco en el aire, y la hoja de papel que tenía frente a ella se volvió de piedra.

-Nunca podré hacer eso.

-Claro que sí. Pero es tarde para ver eso. Mejor sigue con tu ensayo.

Empecé a escribir. Y escribí. Y escribí. Y más y más. Terminé el ensayo de Transformaciones y empecé uno de Historia de la Magia.

De pronto, Hermione se durmió y se inclinó hacia mí. Con los brazos cruzados y las piernas encogidas en el sofá, dormitaba sobre mi pecho.

Mis latidos se aceleraron.

Acerqué una mano a ella para despertarla, pero cambié de opinión. Nunca podía verla libremente.

Miré su rostro durmiendo con expresión tranquila. Amaría ver ese rostro todos los días al despertar.

Bajé la vista.

La camisa no dejaba ver mucho, pero se intuía una forma bastante apropiada para su esbelta figura.

Me sonrojé pensando en cómo sería quitarle la camisa.

Bajé la mirada a su vientre y más abajo. No pensé en nada, quise evitar pensar en eso.

Miré sus piernas. Oh, Merlín. Son tan delgadas y perfectas que muero por tocarlas. Desde sus tobillos hasta sus muslos la admiré con descaro.

Y luego...

La falda del uniforme dejaba levemente al descubierto otras partes de sus piernas, aunque nada se veía.

El calor de mi cuerpo se concentró en un solo lugar y dejé de mirar para buscar una salida.

Wingardium Leviosa [Romione]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora