Daímonas 12

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  Serverus: Cuando nací el amo Leorio me adopto, en aquel entonces el amo Leorio solo tenia 5 años de edad, era un niño muy alegre y travieso, jamas se callaba y siempre sonreía, a diferencia del amo Leo que es como un muñeco

Aien: Si eso es cierto

Serverus: El amo Leorio era muy querido por todo el mundo, era un demonio pero sus acciones y su corazón eran como el de un ángel, el apodo de ángel errante se le puso cuando a la edad de 10 años el amo mostró sus alas por primera vez al mundo, en ves de ser como alas de murciélago eran hermosas plumas negras, la gente estaba muy confundida sobre si el amo Leorio era el mas indicado para ser el Rey de todos los habitantes del inframundo, pero cuando ocupaba sus poderes, nadie podía igualarle, eso mantenía al amo en el trono, pero el nunca parecía feliz en ese lugar, así que constantemente se escapaba, incluso algunas veces fue al cielo y por su extrema belleza le confundían con un ángel, hasta que un día decidió crear esta mansión en el mundo humano, fui ahí cuando conoció a aquella humana que lucia exactamente como usted señorita, desde el primer momento en que la vio se enamoro perdidamente de ella, casi bordeando la locura.

Aien: Es como yo de Leo, le amo tanto que realmente me volví loca de amor por el
Serverus: El amor es algo muy peligroso en el fondo señorita
Aien: ¿Le contaste esto a Leo?
Serverus: No, el amo Leo debería poder recuperar sus memorias como humano y como el reencarnación del amo Leorio en algún momento y el espera hacerlo por si mismo
Aien: Ya veo
Leo: Aien es tarde ya, vuelve a casa
Aien: Ah... no quiero
Leo: Tus padres se preocuparan
Aien: Vale, termino tu comida y me iré
Serverus: Señorita no se deprima, el amo Leo solo tiene miedo de que algo le pase mientras el aun esta lastimado
Aien: Lo se, pero de alguna forma es un poco diferente al Leo que yo conocí
Leo:...
Aien: Ah... Leo. no es lo que piensas...

Era complicado para ambos, ya no eramos los mismo de antes, pero para el era mucho mas exasperante que para mi, no recordaba nada y se sentía solo, podía sentir como su corazón se sentía muy pesado, tal ves por el contrato de sangre que habíamos echo o tal ves porque le conocía muy bien, pero estaba sufriendo y mis palabras clavaron su pecho como si de un puñal se tratase, siempre le heria de alguna u otra forma.  

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