Daímonas 61

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Leorio: ¡Aien!

Aien: Tranquilo estoy bien...

Aian: ¡Hermoso!, apuñalo a su esposa y no muestra ningún signo de arrepentimiento o dolor

Debía encontrar la forma de romper el conjuro que había puesto en Leo.

Aien: Leo, leo escucha mi voz, yo se que puedes

Mi vista estaba comenzando a ponerse borrosa, había perdido mucho sangre por la herida, sin embargo era de día y tenia un poco de ventaja sobre Leo, sabia como curar mi cuerpo pero aun así era difícil de hacer y a su vez defenderme de los ataques de Leo.

Leorio: Mantenlo a la luz eso te da ventaja 

Aien: Si le mato a ella Leo volverá a la normalidad

Aian: No podrás hacer eso, tienes que pasar primero por encima de Leo

Aien: Esta bien lo are, tengo que acabar contigo sea como sea

Aian: Maldita mocosa, Leo matale

No tenia muchas oportunidades, comencé a juntar luz mientras caminaba hacia ella, impregne mi cuerpo en la deslumbrante luz del medio día eso haría que Leo no se acercase directamente a mi y sus ataques perdiesen poder, mientras mas me acercaba a ella Leo se volvía mas y mas agresivo y sus ataques eran mas fuertes contra mi, dolía, era realmente doloroso, pero no podía detenerme debía acabar con esto ahora.

Ella intento escapar pero no le dejaría era la esposa del rey de los demonios, tenia un contrato de sangre con el, sabia que ella era débil a la oscuridad al igual que yo, pero a diferencia de ella yo podía controlar básicamente la oscuridad, con su propia sombra la ate al suelo, transforme mi luz y sombra en una lanza y se la lance, pero al hacer esto, recibí directamente la espada de Leo en mi pecho, me sostuve de pie a pesar de la magnitud de la herida y vi como esa mujer cayo al suelo, ocupe la fuerza que me quedaba y tome de ella los trozos de alma que había robado de Leorio y mi energía que había robado, aun así mi ataque perdió mucho poder al estar herida y ser herida justo al mismo tiempo de lanzadlo, ella escapo, comencé a perder la conciencia, pero pude ver a mi Leo tomarme entre sus brazos y llorar, algo me decía pero no podía oírle, al menos había protegido al hombre que amaba y a Leorio. 

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