4. Es de mala fortuna...

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2001

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2001

Winnie aún vivía con su madre, obviamente porque aún no tenía edad legal para comprarse un apartamento o rentar uno. Sin embargo trabajaba con tal de que las deudas de su futura universidad no fueran tan agresivas con ella.

Repartía el correo, organizaba discos, cuidaba perros..., cualquier cosa que se apareciera en su camino y no degradara su dignidad, era bienvenido como una nueva fuente de ingresos. Para ella no era suficiente su empleo en el Rock n' Rollaway, su madre apoyaba su ambición.

Era una chica agotada, extraña y a la que cualquiera podría apuntar cuando se le pide un ejemplo de falta de personalidad.

Su habitación era simple, no llevaba ningún póster en la pared, sus discos estaban intactos en una caja, tenía el clóset hecho un lío y en algún rincón estaban sus libros olvidados.

No leía. No escuchaba mucha música. Su sentido del humor era nulo. No tenía modelos a seguir. Y si su madre hubiese sido una religiosa, la consideraría una santa.

Pero, no. La chica se sentía desorbitada, mirando a la ventana cuando regresaba a casa y hacía su mochila a un lado. Se ponía audífonos para simplemente escuchar cinco canciones en repetición, porque consideraba a las demás no apropiadas al momento.

Era ácida, gruñona y era raro que mirara a alguien sin fruncir el ceño al menos una vez. Su apariencia era todo lo contrario, parecía amable, incluso era taciturna y adorable.

Winifred era una chica de temer, era abstracta.

Aún así, tenía la atención de Trevor, sin saber porqué. Le había causado una buena impresión, pero ella sabía que todo lo que hacía era ilusorio, aún si no era su intención. Sin importarle, de todas formas decía conocerla y querer hablarle aún más.

Su madre lo dejaba pasar como buena mujer despreocupada, le tenía una inmensa confianza a su hija, después de todo se había ocupado en educarla bien.

La chica estaba bajando las escaleras de la entrada principal de la escuela, fue ahí cuando en un breve lapso de tiempo, entre la gente pudo ver a Trevor haciéndole señas para que se acercara. Tenía las manos ocupadas autografiando, y a la misma vez escuchaba mezclas desde declaraciones de amor a opiniones sobre el último sencillo.

—¡Winona! —gritó cuando vio a la chica acercarse al círculo, la haló de la mano y le sonrió como siempre, embobado con su presencia— . Lo siento, tenemos que irnos.

La multitud se disipó mientras que ambos empezaban a caminar lejos de la escuela. Trevor tenía rodeada con el brazo a la pequeña chica, ella le dedicaba algunas miradas nerviosas.

—¿Cómo estuvo la escuela? —Trevor preguntó para romper el silencio, además, detestaba que lo hubiera.

—Bien, supongo. La graduación está cerca —ella se encogió de hombros— , pero el profesor de literatura nos deja tarea de todas formas. Sólo es una semana más y luego tendré que lidiar con la universidad.

Self ConsciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora