29. Déjala dormir

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2004

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2004

Una tremenda ironía es que Trevor cumpliera años el mismísimo Halloween. Como siempre, aprovechó la ocasión para celebrarlo con todos los lujos y excesos que pudo.

Habían luces aquí y allá. Drogas, alcohol, personas a montón. Toda una fiesta a lo grande como era de esperarse desde que podíamos financiarnos de la música. Y aunque ese concepto fuera atractivo y bebí a montones sin perder la conciencia, pude mirar todo el cuadro notando que lo que vi se me hizo increíblemente aburrido.

Ese sentimiento no se podía curar con ninguna de las drogas que estuvieran a mi alcance, pues sabían que como de costumbre intentarían adormecerme y terminaría con menos idea de lo que ocurría conmigo.

Abandoné temprano, a las dos de la mañana en punto.

Me enfrentaba al frío de la estación, completamente solo en la calle. Pensaba que de hecho no estaría de más una taza de café en compañía de uno de mis tantos libros, o quizá mejor una compañía real que en la mente llevaba historias más intrigantes que las que leía.



—Mark, son las dos y...no tengo idea de la mañana —Lucy abrió la puerta con los ojos cerrados. Bostezó antes de invitarme a pasar— . Golpea con cuidado la puerta de Winnie, se altera con los sonidos fuertes.

Sin más se fue a su habitación, cerrando la puerta con cuidado.

Caminé sin hacer ruido hasta la puerta que se hallaba al lado. Toco la puerta tres veces, dudando en si era audible o no.

—Pasen —oigo adentro y al bajar la mirada noto que de hecho está la típica línea de luz de quien no se ha ido a dormir.

Abro la puerta con cuidado. Winnie está de espaldas sin la blusa, apenas acomodándola de la forma usual.

—Ya voy a irme a dormir, ¿ves? —se pone la blusa con rapidez— ¿Necesitas algo?

Estoy a punto de abrir la boca antes que ella se volteara a verme con una mueca de decepción caricaturizada.

—Debes estar bromeando —dijo con tono neutro— . Por lo menos cierra la puerta, hace frío.

—¿Quién creías que era? —me quito la chaqueta para acomodarme a la calidez del lugar en contraste con la temperatura helada de la sala y el pasillo.

—Oí a Lucy hace un momento —estaba ahora más tranquila con mi presencia— . ¿A qué se debe la visita?

—Yo...—me quedé helado, sin saber qué decir. Sólo la miraba, ella había subido una ceja.

—No importa —se encogió de hombros— . Mi casa es tu casa. Puedes dormir conmigo, pero si acercas tu pene a mi trasero, voy a matarte.

Self ConsciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora