26. El bosque de árboles humanos

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2004

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2004

Éramos un grupo de chicas ebrias jugando a ser ninfas del bosque, cantando a todo pulmón Crazy de Aerosmith. Aunque yo era la única sobria, yo me uní al juego.

Todas desinhibidas, con los vestidos a un lado, en una habitación pequeña que se supone era un camerino extra que estaba vacío, puesto que los demás artistas ya habían tocado o estaban preparándose fuera.

Sin embargo, la perilla giró y muchas al darse cuenta se taparon o se ocultaron detrás del sofá. En cambio, yo estaba paralizada, viendo a la banda entera con los ojos en mí, principalmente Mark que había abierto la puerta.

Las chicas dejaron salir risitas desde sus escondites.

Mark entró con naturalidad y tomó el vestido rojo que estaba tirado a un lado del sofá, luego vino a mí, extendiéndolo.

Todos estaban en silencio, observando. Sabían que estábamos peleados.

—Te daré tu vestido, si te casas conmigo —Mark dijo en voz profunda. Entonces, cuando vio que empezaba a sonrojarme y a sonreírle un poco, también lo vi sonreír tenuemente.

—Lo siento —susurré; después de unos segundos, me arrojé a abrazarlo.

—Son tan lindos —una de las groupies dijo seguido de un suspiro.

Le hice una seña para que me siguiera al baño. Una vez cerró detrás de él, le hablé.

—Pensé que odiabas los cuentitos de hadas —ladee la cabeza y sonreí con modestia.

—Te veías hermosa con este vestido —se acercó a besarme, tenía sus manos agarrando mis caderas— . No pude evitar no pensar en esa historia, era tu favorita.

Se quedó mirándome un rato mientras acariciaba mi cabello.

—Yo también lo siento —volvió a besarme— . No he respetado tu trabajo...

—Cierra la boca —dije con gentileza— . Hagamos el amor, no la guerra.

Mark sonrió de lado, luego me miró de arriba a abajo finalizando con una ceja levantada al mirarme a los ojos.

—Hoy sólo quiero tomar tu mano —seguía mirándome con fijeza.

—Está bien, dame mi vestido —me lancé a tomar la prenda, pero Mark lo echó hacia atrás con rapidez.

—Anda, agárralo, tortuguita —dijo con voz normal.

De nuevo, intenté tomarlo y esta vez, lo hizo bola para levantarlo fuera de mi alcance. Yo hice un puchero sin siquiera saberlo, mis dedos no alcanzaban al vestido por unos milímetros. Mientras estaba distraída, Mark me rodeó con el brazo por la cintura y volvió a besarme.

—Maldita sea, ¿por qué estaré tan enamorado de ti? —dijo apenas se separó y me dio el vestido en la mano.

—Porque eres un perdedor —me burlé mientras me vestía.

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