37. Necesito una terapia para olvidarme de ti, medicina incluida

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2008

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2008

—Espero esté segura de lo que hace —el doctor acomoda sus gafas, mirando fijamente a Winifred. ¿Por qué una chica tan linda pediría ese favor tan inusual, desafiando sus trabajos anteriores?

—Lo estoy —ella responde con seguridad, sin mover los ojos de los de él. Están cara a cara a través de la pantalla aunque sólo para el observador— . Sólo proceda.

El doctor le da una señal a su asistente para que comience el tratamiento. A la misma vez, iniciaba un lavatorio de mente atroz, incluso para el trabajo del doctor Hoffman. La imagen por resonancia magnética funcional daría el juicio de si funcionaba o no.

Las imágenes la bombardeaban, incluso su propia voz resonaba dentro del gran artefacto.

Su mente inició un recorrido sin retorno del que no se recuperaría, viendo cómo ella misma jugaba con su mente mientras otros dos veían si no entró en estado de demencia.

Primera imagen, ve a un chico simpático sonriéndole. La foto está un poco borrosa en los bordes, pero la luz del sol le daba aspecto cálido.

"—Mark —Winnie pensaba mirando a la imagen con descargas de nostalgia. Sentía el cuerpo pesado y rígido, era una cosa difícil de hacer."

—Tú no lo conoces, tú no sabes quién es —su voz decía, ajena a ella. Cada vez más frecuente era la misma frase entre fotos.

Mark y Winnie en un concierto. Winnie tocando la guitarra de Mark. Él diciendo "Te amo" a la cámara. La banda señalando a Winnie en su cumpleaños, Aleksei tomaba la foto. Mark y Winnie en Escocia, bebiendo cerveza. Mark y Winnie en Japón con juguetes ridículamente graciosos. Mark con algunos fans, siempre mirando a la fotógrafa con una pequeña sonrisa.

La melancolía de a poco era reemplazada por un vago sentimiento de indiferencia.

"—¿Quién es?, ¿por qué está en las fotos?" Pensó al final del curso del tratamiento al que se había sometido por un tiempo.

Recordaba a la banda, a su hermano, a sus amigos, a sus padres. Toda la historia a través de los años estaba en buenas condiciones, excepto por unos detalles.

Cuando conoció a Mark, esta vez lo recordaba esquivo y distante, en vez de esa primera impresión cuando le abrió la puerta para la entrevista.

Mark estaba siempre al fondo, nunca con ella.

Ella había ido a Filadelfia y regresado en medio de las lágrimas por sentir culpa.

Ella había decidido terminar con Trevor porque creía que una estrella de rock no era el indicado para ella.

Ella habría tenido una vida agitada de joven, por lo que podía recordar las fiestas y lo que no pudiera explicarse de ese escenario, sería justificado por su consumo de marihuana junto a una imaginación activa en ese momento.

Ella había estado batallando contra las alucinaciones tras la muerte de su abuelo a los cuatro años, viendo cosas que ella sabía que no eran reales. Desde ese momento estaría medicada con algunas pastillas que el doctor Hoffman le daría.

Sentiría una tremenda repulsión al rock. Se apartaría de los lugares ruidosos y cada vez que escuchara el nombre de Mark por accidente, lo vería como un famoso cualquiera.

Aunque viviera en una mentira que ella misma había creado para sí, un mundo moldeado a sus manos, era como darle unos pequeños guantes a un bebé para que deje de hacerse daño mientras duerme.

Ella no buscaba problemas, así que hizo lo mejor que pudo para ocultarse. Aunque pudo elegir un lugar menos obvio como Inglaterra, quizá Rusia o India, pero el doctor Hoffman vivía allí así como parte de su familia.

El rubio con gafas la examinó después de ver las imágenes de la resonancia. Winnie parecía estar bien.

—¿Cuál es mi nombre? —el hombre la miraba a los ojos.

—Theodore Hoffman —ella responde con una simple sonrisa.

—¿Cómo nos conocimos? —pregunta de nuevo para asegurarse.

—Éramos vecinos e íbamos a la misma escuela —ella arruga la nariz, luego ladea la cabeza— . ¿Por qué me mostrabas esas imágenes?

—¿Cuáles recuerdas?

—A unos patos y botas para la lluvia amarillas —la chica pone una mano detrás de su cuello con nerviosismo aparente.

—¿Por qué recuerdas esas?

—Qué pregunta tan extraña —se queja a modo de broma— , pero supongo que es porque los patos son lindos y las botas porque aquí llueve mucho, eso me recordó que iba a comprarme unas.

El doctor sonrió. Winnie era tan misteriosa como siempre, como buen psicólogo amaba a los misterios.

—Entonces, vamos a tratarte con un medicamento experimental llamado FDR7 —él se pone serio como de costumbre— . Va a ayudarte a la concentración y a tratar tus ataques de ansiedad. ¿Todo anda bien hasta ahí?

—Claro, si ese FDR7 me hace papilla el cerebro, me debes una cita —Winnie posa una mano en la del doctor— . Siempre estuviste tan ocupado que nunca salimos.

—No puedo hacerlo, hay una regla estricta de no relacionarnos con los pacientes —él podía hablar con razón, pero su mente rogaba para que ella hiciera caso omiso a lo que decía.

—¿A quién le importa eso? —se encogió de hombros, despreocupada— Bien, hay un porcentaje de que te empieces a enamorar de mí y si mi cerebro se hace papilla, intentes ayudarme desesperado hasta darte cuenta de que cometiste un error y muera; entonces sentirás que la muerte respira en tu cuello, mientras que cada día que pasa te cuestionas que pudo haber salido mal porque esa hermosa diosa ya no está más y te sientes terrible. Sólo en ese momento te das cuenta, como cuarenta años a partir de ahora, que...

Winnie se levanta para sentarse en el regazo del doctor, con su cara demasiado cerca a la de él.

—Te das cuenta de que no debiste desperdiciar el tiempo —ella roza sus labios con mucha suavidad y luego se aparta de forma abrupta— y que en realidad era un medicamento de contrabando —ella ríe al levantarse, dejándolo confuso— . Más te vale que esté bien o haré que mi familia te demande.

Theodore ríe con la cabeza echada hacia atrás. Era divertida la forma que sacaba historias de la nada, aunque la parte más graciosa era que el FDR7 era en realidad algunos dulces parecidos a los Tic Tac que debía ingerir directamente con agua.

—Estarás bien, lo prometo —el doctor pone una mano en su pecho, sabiendo que no decía una mentira.

—La cita sigue en pie —Winnie se cruza de brazos.

—¿Por qué tan de repente?

—Ya te dije —sonríe de nuevo. Su cabello, ahora rubio, la hacía ver radiante— , para compensar el tiempo perdido.

Pero lo que ella no sabía es que su alma andaba en duelo, sólo que en vez de ahogarse en tristeza o comida, no quería sentirse a ella misma.

Self ConsciousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora