25. Tal vez necesitas un amigo

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2004

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2004

—Anda, Winnie —Derek habló conmigo, tratando de mantener su sonrisa de conquistador— . Solíamos divertirnos.

—Fue un gran uso de tiempo verbal —tomé una calada de mi cigarrillo, trataba de no reír.

Derek intentó acercarse a mí. Había música a lo lejos, un piso abajo era improvisado a manera de discoteca.

—No irás enserio con Mark, ¿o sí? Son distintos, no va a funcionar. Él es frío y terminará lastimándote —tenía su habitual postura relajada y mirada de amante dispuesto a satisfacer todos tus deseos.

—Creo que te describes a ti mismo —río un poco.

—Yo no soy así, Winnie —bufó— . Sabes que...

—¿Qué? —cuestiono con una sonrisa dibujada, mirándolo fijamente hasta que se queda mudo.

—Soy lindo, soy un buen novio —dijo tartamudeando entre palabra.

—Es verdad. Sostienes la puerta, escuchas, hablas mierda cursi, te quedas a ver si ya me he dormido...justo como a tus tantas amantes. Lo que es lindo, porque con ese servicio, yo volvería —le guiño— . Pero, ¿dónde quedó tu sinceridad?, ¿bien metida en tu culo?

—Nunca habías hablado de esa manera... —sonrió un poco antes de que lo interrumpiera.

—Sé que amas el amor, pero a mí no me gustan las cosas así —le puse una mano en la mejilla y sonreí un poco de manera dulce— , y si no coincidimos en una estupidez como esa, entonces será mejor que no insistas.

—¿Qué le ves a Mark? —el movió la cara hacia el lado contrario de donde estaba mi mano, con los ojos mirando el suelo.

—No lo sé —apagué el cigarrillo y luego me abracé a mí misma.

—¿Es enserio? —Derek rió.

Yo entrecerré los ojos con una sonrisa pícara. Hice a un lado mis inhibiciones y me recosté en el suelo, luego palmee un espacio a mi lado para invitarlo a hacer lo mismo. Él rodó los ojos, pero terminó haciéndolo de todas formas.

—¿Te gusta el cielo? —dije en voz serena.

—Sí —respondió abstraído ante la vista.

—¿Te gustan las estrellas, la luna o esas ligeras nubes en la derecha?, ¿o quizá te guste todo de esto?

—Todo está perfecto —volteó a verme y yo hice lo mismo.

—¿Y por qué te gusta? —fruncí el ceño con ligereza.

—Me hace sentir en paz conmigo mismo —dijo en voz baja.

Me quedé mirándolo.

—Voy a ser sincera, no esperaba que dijeras eso —me exalté un poco. Mordí mi labio, intentando pensar algo qué decir— . ¿Por qué lo dijiste?

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