10.1. Es sabiduría...supongo

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2002

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2002

—Eres un empollón, Mark —Malia dijo con rudeza, negando con la cabeza— . Sólo eso.

—Siempre eres así de mala —trato de ser amable y mantener la paz entre ambos. Aún no me olvidaba de sus amoríos con otros músicos, excusándose por "no ser lo suficiente para mí", mientras lloraba.

—Hace mucho que no te veo, y ahora comprendo que fui una estúpida —se acerca con una sonrisa en el rostro; poco a poco, dejo de reír y la miro fijamente a los ojos— . Te lastimé. Lo lamento.

Estaba cerca de sucumbir, pero era una persona diferente. Los pensamientos se mezclaban, aunque la respuesta fuese clara. Muchas de mis dudas no eran de la típica lógica, porque bien sabía que era mejor dejar ir a Malia, sino que una parte de mí ya se había adaptado a ella.

"Mark" —recuerdo la voz de mi conciencia, Winnie— "¿No me digas que te gusta que te lastimen? Eres demasiado listo y bueno para esto. Piénsalo así: Si siguen juntos, ninguno logrará progresar. ¿Viste a Nancy y Sid? Trágico. ¿Tú y Malia? Están a centímetros de llegar al fondo, y eso no es poético. Mark, entiende que esto no es sólo por ti. Cuando te lastimas, la lastimas. Por favor, no la lastimes, pensarás que lo merece, pero estás equivocado."

Era un pensamiento demasiado cargado emocionalmente, tanto, como para ser mío.

Cuando volví a ser consciente de lo que sucedía, me hallé inexpresivo, como si apenas me diera cuenta de que no sentía nada y era sólo una ilusión que mi mente había creado en su apuro de no deshacerse de sus viejos vicios. Tan joven, y sin embargo, tan confundido.

—No puedo —negué con la cabeza, retrocediendo.

Malia se echó a llorar.

—¿Por qué no puedo reparar nada? —cayó de rodillas con la cabeza gacha, sollozando audiblemente por sobre la música que lograba oírse a lo lejos.

Entonces, yo me arrodillé en frente de ella. Retiré todo su cabello de la cara e hice que me mirara, aunque parecía perdida.

—Será mejor que no nos hagamos daño —le limpié las lágrimas, no pude contenerme de abrazarla fuerte con tal de que se desahogara. Estaba tan vulnerable.





—Entonces, que sean unos buenos panqueques para la señorita. Yo tomaré algo de huevos con tocino, y café negro —le sonrío a la camarera— . Muchas gracias.

—Tenga buena noche, señor —la camarera dice entre risitas.

En los rincones del café había gente amontonada sólo mirándonos a Malia y a mí, eso sí, muy discretos.

—¿Cómo te sientes? —digo con una sonrisa amable, ladeando la cara.

Ella intenta sonreír y asiente.

—Mejor no lo mencionemos, ¿quieres? —su voz estaba un poco quebrada.

—Bien —intento mirar a otro lugar.

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