25.1. Claroscuro

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2004

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2004

Para no parecer los típicos novios que andan pegados a todas partes, Winnie y yo habíamos llegado a la conclusión de que cada uno podía ir a donde le pareciera en la fiesta. Todo parecía marchar bien, sabía que muchos de los que estaban allí la conocían, por lo que no se le haría difícil encontrar con quién hablar, hasta que veo bajar a Derek con la vista buscando entre las personas.

Supuse que de nuevo debía andar flechado, buscando a alguna chica que le había gustado entre la gente. Lo llamé, pero no parecía oírme. Tuve que acercarme y tocarle el hombro para que volteara a verme.

—¡¿Estás bien?! —grité encima de la música. Lo vi asentir— ¡¿Has visto a Winnie?!

—Acaba de salir —lo veo gesticulando con la boca, porque realmente no podía escucharlo.

De inmediato, lo halé fuera del departamento. Lo solté apenas noté que podía oírlo.

—¿La encabronaste? —pregunté con calma.

—No, sólo se fue —miró al suelo, hablando con irritación— . Quizá ya estaba cansada.

—Tendré que llamarla —saco mi teléfono mientras bajo las escaleras y me detengo a marcar.

Fueron cuatro llamadas las que no contestó, a la quinta, responde.

—Derek dijo que te fuiste, ¿estás bien? —dije con preocupación.

—Sí, tenía jaqueca y salí a comprar aspirinas —tenía un tono cansino.

—Está bien —hice una pausa, pensando lo que diría, luego solté aire— . ¿Te veo luego? Es decir, ¿volverás?

—No lo sé —sonaba algo baja de ánimo— . Es mejor que vaya a casa. Te amo, adiós.

Su actitud me hizo sospechar. Era raro que fuera esquiva, a menos que ocultara algo.

Noté que Derek comenzó a bajar conmigo, estaba apresurado. Él en cambio notó que ya lo estaba viendo con sospecha.

—¿Qué? —se detuvo en seco— , ¿Winnie te dijo algo?

—Te ves muy interesado en saber —nunca había sido un tipo celoso, pero no podía evitar sentir que algo estaba mal y que no sabía lo que era.

—Sólo pregunté, Simon. Se llama cortesía —rió un poco— . Voy por cigarrillos. ¿Quieres papas, ron o algo?

—No —estaba distraído pensando en Winnie.

Sin más, Derek bajó a toda velocidad. Escuchaba sus pasos, corriendo, sólo por unos cigarrillos, cuando la única tienda que había cerca estaba abierta las veinticuatro horas.

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