Capitulo 2

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¿Chocolate o Vainilla?

Menta.

Tome el bote de helado de la nevera y la cerré, quite la cuchara de mi boca y la hundí en el bote tirando la tapa a los trastes sucios. Saque la cuchara llena de helado a más no poder y la metí en boca haciendo sonidos raros al tener esa delicia con chispas de chocolate y sufrir las consecuencias de lo frío que se encontraba, aun así estaba delicioso.

Me di la vuelta dispuesta a irme a mi cuarto y poder comer en la comodidad de mi cama todo el bote de helado yo sola, el helado se deslizo lentamente en mi garganta cuando vi en la puerta a los dos chicos rulosos mirándome de una manera extraña pero a la vez divertida, sus sonrisas se hicieron más grandes cuando vieron casi intacto el bote de helado que tenia en mis manos.

—Ah, no.—Les dije cuando vi sus claras intensiones de arrebatarme mi dulce.—Es mio.— Advertí y lo abrace alejándolo de sus ojos llenos de gula.

Los rodee a ambos y corrí hacia las escaleras escuchando sus risas haciéndome sonreír. Después de la extraña situación que pase ayer no volví a salir de mi cuarto ni para cenar haciéndome la dormida cuando ellos llamaban a la puerta de mi cuarto.

Me encerré en mi cuarto contenta al poder tener el helado para mi sola, me senté sobre mis pies en la cama ya tendida comiendo helado que hacían que mi mente se llenara de recuerdos.

El mismo día en el que los Anderson fueron por mi a la espantosa casa hogar donde me habían dejado me llevaron a lo que había sido mi casa.

Me habían dicho que guardara en maletas todo lo que me quisiera llevar a su casa, donde me llevarían con ellos y los chicos, empecé en el cuarto de mis padres llevando solo fotos, de mi cuarto solo había sacado ropa y algunos recuerdos que realmente solo entraron a la maleta pura intuición por que no tenían nada especial para mi.

Los Anderson se caracterizan por su gran paciencia, o eso era lo que escuchaba, nunca me presionaron ni mucho menos apuraron para guardar todas mis cosas.

Mi antiguo cuarto era el lugar perfecto para ocultar cosas, cuando volví ahí sin recordar nada cada vez que buscaba algo que ponerme o hacia limpieza general encontraba cajoncitos escondidos o mini puertas en lo que era mi closet con varias cosas interesantes, lo último que encontré fueron unos diarios escondidos en un cajón bajo una ventana que a pesar de ser muy obvio nunca me hubiese imaginado que era eso y que tenia forro que era donde estaban los diversos diarios.

Todavía me faltaba por desarmar una pequeña maleta y acomodar todo perfectamente en mi nuevo cuarto, estaba divido en dos por un marco al rededor que apenas se notaba, de un lado estaba mi cama, dos mesitas de noche, un baúl a los pies de la cama y un puff junto al balcón que abarcaba casi todo el cuarto por fuera, enfrente se este estaba el closet que era del tamaño de la pared, del otro lado estaba la puerta la cual pegaba con la pared cuando era abierta, la pared que dividía los dos lados, había además un sillón en forma de ele, una mesita cuadrada en el centro con banquitos debajo, un escritorio en la pared de la puerta, una gran ventana y un televisor colocado estratégicamente para verlo desde el sillón lleno de cojines o desde la cama sin problema alguno. Eso sin mencionar la puerta que te daba acceso al baño dentro del cuarto o la alfombra que cubría la mini sala.

Guarde con recelo las cosas de mis padres en el baúl con la boca llena de helado nuevamente, no recordaba como habían muerto o si había ido al funeral.

O si hubo funeral.

Nadie lo sabía, y no tenían que saberlo, pero desde que el accidente había pasado mi madre solía darme agua antes de cada comida con un horrible sabor, nunca pregunte el motivo, hacia cada cosa que me ordenaba por que lo hacía por mi bien, un mes antes de todo cambio el agua con horrible sabor a pastillas enfrascadas en un botecito amarillo con una etiqueta blanca que de la que no entendía nada, el tema era que estaban por terminarse y tenía temor a lo que pasará si las dejaba de tomar. Pero es un secreto que ella me ordenó guardar.

Después de unos minutos solo faltaba una bolsa con algunos álbumes y libros que solía tener en una estantería.

A simple vista solo eran álbumes de fotos, el candado de uno fue lo que lo salvo de entrar para siempre a ese gran baúl y nunca volver a salir.

Lo que más me causo gracia fue la parte donde la llave del candado estaba precisamente en el candado, este diario a diferencia de los otros dos estaba casi en perfectas condiciones sin mostrar indicios de que su contenido estuviera estropeado por culpa del agua que se llegaba a colar por la ventana como los demás.

Junio 17 del 2006

La fecha estaba escrita con mi letra en una sola hoja adornada con crayones, colores y diamantina, recordé que ese pequeño diario lo use para anotar lo más importante y no mi vida como solía hacerlo con los otros. Mi nombre y el de mis padres completo, mi cumpleaños, el domicilio de la casa de mis padres, cosas medicas relativamente insignificantes, datos personales como números de teléfono su nombre respectivamente y en orden alfabético, cosas sin sentido pero útiles, el diario era casi nuevo y estaba dividido en tres secciones hechas por mi.

La primera eran esos pequeños datos que salvarían mi vida algún día: los datos personales, la segunda era una recopilación de sueños que me eran fascinantes o no quería olvidar, había algunos dibujos que ayudaban a mi cerebro a refrescarlos cuando los leía, y la última el tradicional apartado que sirve para escribir lo que pasa todos los días, ese espacio estaba vacío.

Deje el bote que ya estaba por la mitad y comencé a hojear para ver si había algo interesante, pero no encontré nada que llamara mi atención, decidí bajar al percibir escuchar bullicio abajo, brinque de la cama haciendo que el diario se cayera, me agache y lo lance a la cama provocando que algo saliera volando.

Una foto.

En la parte de atrás estaban escritos los nombres de Nathan, Matthew, Ian y Cameron, con la fecha del 2001 y un mensaje que decía "Te extrañamos Cielo".

Voltee la foto y me sorprendí al ver a los mismos chicos de ayer con una niña, estaban sentados en lo que parecía un kiosco y la niña estaba arriba del castaño sonriendo, guarde la foto en la bolsa del short doblándola en cuatro.

Baje con la cuchara vacía en la boca siendo lo ultimo que me quedaba de helado, tire el bote en la basura y me senté a la mesa junto a los demás.

—¿Mariana y Peter?— Pregunte casi al instante mientras me servía en un plato cereales con leche.

El desayuno hoy no son tostadas con jugo o huevo revuelto ni siquiera ese famoso licuado de chocolate que te enamora desde el momento donde se integra todo en la licuadora, nada de eso, solo son cereales con leche.

—Trabajando, llegan en la tarde.—El castaño contestó mientras se sentaba en la mesa.

—Desapareció un bote de helado.—Dijo el rubio y gire mi cabeza en su dirección haciendo que el cereal que tendría que caer en mi boca por el castaño cayera en mi ojo.

—Lo siento Pulga.

—Deberías sentirlo, tu te lo comiste.

No tuvo tiempo de defenderse ante mi acusación porque alguien le lanzo cereal, no solo uno, la caja entera.

El Rubio y el Castaño salieron corriendo de la cocina dejándome con ambos chicos de los ojos azules quienes me miraban divertidos.

—Mentirosa.— Dijeron al mismo tiempo, sonreí poniendo una mano en mi pecho ante tan acusación ganándome sus risas.

Mi teléfono sonó anunciando un mensaje, lo saque junto a la foto pero no había ninguna notificación en la pantalla, lo guarde y desdoble la foto poniéndola en la mesa frente a los dos rulosos.

Viviendo con VampirosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora