Capitulo 8

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—¡Nathan!—Grite nuevamente golpeando la puerta cada vez con menos fuerza. —¡Abre la puerta! ¡Por favor!— Comenzaba a desesperarme y el repentino viento no ayudaba.— ¿Chicos?¿Alguien? Lo siento ¿Esta bien? LO SIENTO. No fue para tanto. ¡Abran la puerta!

Di un último golpe a la puerta de mi cuarto pero no cedió, grite frustrada y sin hacerle mucho caso a mi alrededor trate de abrir la puerta del balcón. Pero nada. Todo estaba cerrado.

Me dejaron encerrada.

—¿Cameron? ¿Matt, Ian? ¿Alguien?—Nadie contestó, solo se escuchaban mis gritos entre el tan aterrador silencio.—¡Chicos por favor! Tengo miedo.—Comencé a lloriquear mientras jalaba la puerta para tratar inútilmente abrirla y esconderme de no dos, si no de tres cosas horrorosas que estaban en la puerta del baño.

Me había quedado dormida leyendo y cuando desperté por culpa del frío las sombras estaban en la esquina.

Las luces comenzaron a parpadear y eso sólo hizo que jalara con más fuerza, era consiente de que aquellas sombras se movían libremente por el cuarto sin llegar a mover nada, los susurros en mi cabeza se hacían más fuertes y claros, mi cuarto en ocasiones no era mi cuarto, era un cuarto ajeno de color azul y con cosas que tampoco eran mías, había frascos pequeños de plástico esparcidos por el suelo como la ropa que había en una esquina, la cama estaba desatendida y se escuchaban los gritos de dos personas adultas.

"Cielo"

Cielo, Cielo, Cielo. Era lo único que escuchaba, la puerta de mi cuarto se estaba sacudiendo pero yo había dejado de hacer eso en cuanto esa imagen había aparecido en mi mente, las tres sombras desaparecieron apresuradas y las cosas que había en el cuarto se empezaban a moverse terminando en el suelo haciendo estrepitosos ruidos que solo lograban asustarme más.

Un fuerte grito salio de mi garganta que probablemente me dejaría afónica sin saber muy bien porque gritaba con ese miedo. Y como las otras veces que pasaba algo similar a esto lo sentía ajeno. Mis manos taparon mis oídos pero los gritos no cesaban, las cosas se movían haciendo pequeños remolinos en diferentes lugares del cuarto que me eran casi imposibles de ver por la culpa de la lágrimas acumuladas en mi ojos.

Todo comenzó a caer de manera sincronizada cuando sentí una repentina tranquilidad invadir mi cuerpo por completo. La puerta se abrió de un golpe y escondí mi cabeza en las rodillas al estar sentada en el suelo.

—¿Que hiciste Pulga?—La voz preocupada de Nathan fue lo único que necesitaba escuchar para poder mantenerme despierta contra el sueño repentino que me invadió.

—Que carajo...—Maldijo Ian por lo bajo viendo el desastre que había.—Sus ojos...

, ya se. Probablemente estén rojos o con lagañas por haber llorado con estúpida por tener miedo al haberme quedado encerrado con tres cosas feas.

—Su ropa.—Dije pero las palabras se atoraron en mi garganta y dude que me hubiesen escuchado, y lo agradecía internamente, no quería saber la causa del porque tenían sangre manchando sus blancas camisas.

—¿Qué?—Dijo Matt confundido pero la cabeza no hacia nada mas que darme vueltas provocandome mareos y ganas de vomitar nuevamente, escondí otra vez mi cabeza y pensé que mi vida era un total desastre desde que llegué a esta casa.

—Sky mírame.—Dijo Cameron calmando la histeria de los demás.—Sky.—Insistió pero mi fe de voluntad era poca para hacerlo. —Por favor.

Hice un esfuerzo sobre humano y me levante del suelo sin abrir los ojos para aumentar la tensión, algo idiota porque la que más sufría era yo y no ellos. Busque la mirada de Cameron entre la de los demás y mire a sus ojos miel algunos segundos antes de sentir mis pies temblar, iba a decir un comentario nada lindo sobre su ropa sucia pero me desmaye antes de pensar un buen argumento digno de romper el incómodo silencio.

•••

Adiós donas.

Fue un delicioso placer haberlas comido en el desayuno.

Ni bien había despertado en mi cama con los chicos alrededor corrí directamente al baño con una mano en mi boca, tenia el estómago revuelto y esta vez las donas ganaron y salieron.

—¿Ya?—Nathan fue tan amable de tomar mi cabello y frotar mi espalda mientras yo devolvía toda la comida de mi estómago al inodoro, negué con la cabeza al sentir otra vez la comida en la garganta, la comida o el hígado.

—Te traeré algo de comer p...

—No tengo hambre.—Interrumpí a Ian mientras me hacia bolita en mi cama abrazando a Mr. Mooble. El oso.

—Tienes que comer.—Dijo Cameron echándose a mi lado. —Aunque sea poquito. Poquito poquito.—Hizo una seña con su mano y le sonreí.

—Deje un pedazo de hígado allá.

Soltó una risa y brinco de la cama llevándose a Ian y a Nathan fuera del cuarto dejándome con Matt.

—No les tengas miedo.—Lo mire confundida y se sentó junto a mi, acomode mi cabeza en sus piernas usando una almohada para estar más cómoda y deje que jugará con mi cabello.—Sé que no es fácil pero no te darán daño. No pueden.

—¿Cómo sabes?—Susurré y comencé a jugar con mi colgante.

—Digamos que también los vi.

Me senté para verlo de frente y lo encontré viéndome curioso.

—Me estoy volviendo loca.—Murmuré con dificultad sintiendo como las palabras se atoraban en mi garganta.—Y no se que hacer.—Continúe arrugando mi frente como si le estuviese confesando el más grande de mis secretos, porque en cierta forma así era.

—No te estas volviendo loca, enana, solo que es difícil de explicar.—Se recorrió hasta donde estaba y me abrazo escondiéndome en su pecho, iba a decirle que fuera lo que fuera no lo entendería pero preferí quedarme callada y reflexionar lo que me había dicho, y sobre si podre ignorar esas cosas hasta nuevo aviso.—Estas recordando.

Cerré los ojos dejando que el ruloso me abrazara y por tercera vez en el día me quede dormida.


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