Capítulo 22

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Su mirada me está matando y parece no importarle. No sé que decirle, es una pregunta trampa, lo sé. Si digo que no, no me creerá y si digo que sí, la he hecho buena. Estoy perdida.

—¿Por-por qué me lo pregunta? —yo y mi maldito tartamudeo.

—Ha dicho que es un amor imposible, ¿no? —asiento no muy segura— Pues no hay peor amor imposible a tu edad que ese. ¿Me equivoco? —dice alzando las cejas esperando una respuesta.

—N-no bueno sí. —respondo sin saber qué decir.

—¿Eso es un sí o es un no?

—¿Yo no he venido para hacer la redacción? Pues eso es lo que voy a hacer... —digo cambiando de tema torpemente.

—Eso es un sí entonces... —dice en un susurro volviendo la vista a sus papeles.

La miro pero vuelvo mi vista a mi hoja en blanco, no quiero volver al tema. Me da igual qué es lo que piense, yo no le he dicho nada.

Me pongo a pensar en un tema y lo único que me viene a la mente es el estúpido amor. No puedo hacer una redacción sobre eso, sería delatarme a mí misma. Soy como un libro abierto.

Los minutos pasan y yo sigo con la hoja en blanco sin saber qué escribir. Además, el tenerla aquí no me ayuda, me intimida y eso que no me está mirando. Es una profesora muy intimidante la cuál tiene el máximo respeto de todos y, que yo sea su favorita, es una suerte. Debería de estar agradecida. Bueno, lo estoy, aunque a veces la odie; como ahora, por el simple hecho de que haya adivinado todo lo que me pasa con tan sólo mis redacciones. Es increíble... pero no creo que todo lo haya adivinado con las redacciones, es imposible, o tal vez no, nunca lo sabré.

—Cooper, ¿qué ocurre? —dice mirando la hoja y luego posando la mirada en mí.

—No se me ocurre ningún tema. —digo con cara de decepción.

—Hazlo sobre el amor, seguro que te salen millones de ideas. —dice con una risa divertida en los labios y acto seguido posa la vista en sus papeles.

Niego con la cabeza. Pero, ¿qué más da hacerlo sobre eso? Si ella ya lo sabe, ¿de qué tengo miedo? Haré una redacción sobre el amor. No diré nombres, nada. Solamente hechos, situaciones, sentimientos, todo menos nombres.

Cojo el bolígrafo azul y comienzo a escribir sin parar, mostrando todos mis sentimientos y todo lo que me ronda por la cabeza. Es como desahogarse.

Minutos después pongo el punto final a la redacción, pongo el nombre, la fecha y el curso arriba de la hoja y se la entrego.

—Terminé. —le digo poniendo la redacción encima del montón de hojas que tiene sobre la mesa.

—Vaya, qué rápida. Dentro de lo que cabe, claro.

—Ya, bueno. —río. Ella me mira y sonríe mientras tiene mi redacción entre sus manos.

—¿Le importa que la lea ahora? —me dice mirándome y posando de nuevo su vista a la redacción.

—No, adelante.

Y dicho esto se pone a leer la redacción. Mientras la lee yo la observo y veo lo concentrada que está leyéndola y cómo le van cambiando las fracciones de la cara con cada palabra que lee. Mirándola, parece que esté viviendo cada palabra que he escrito, cada sentimiento que he tenido al escribirla y recordar. La sigo mirando y me doy cuenta de lo hermosa que es y lo inocente que parece ahora mismo. No parece la profesora que veo siempre en clase; autoritaria y seria.

Ahora, leyendo mi redacción, es como una persona más en el mundo, es como yo; sensible e inocente.

Termina de leerla y la deja sobre el montón de hojas y me mira.

—Cada redacción que me entrega es mejor a la anterior. He de felicitarle, es una escritora espléndida y muestra todo lo que tiene dentro escondido. No sé quién será la persona que le tiene así pero sólo sé que la tiene muy enamorada y que le ha hecho mucho daño. —la miro atenta intentando no llorar, es demasiado profunda— Sólo quiero decirle que es muy joven todavía y que no debería de sentirse así por una persona que lo más probable es que no la merezca. —dice posando su mano sobre la mía que está sobre la mesa.

—N-no sé que decir, sólo me sale decirle gracias. Gracias por decirme que soy una gran escritora, simplemente no lo esperaba y respecto a lo de esa persona... no sé, tal vez tenga razón pero no... —me interrumpe.

—No hace falta que diga nada, no es necesario. Tan sólo, intente olvidarla y siga adelante. —dice haciendo una leve sonrisa con su mano todavía sobre la mía.

No contesto y ella retira su mano.

—Bueno, habrá que irse. —dice levantándose.

—¿Le ayudo a recoger?

—Oh vale, gracias.

Me levanto de la silla y me pongo a ayudarla con los papeles de la mesa que ahora de cerca me doy cuenta de que son exámenes.

—¿Los ordeno de alguna manera?

—No, no. Todo junto, por ahora sólo los estoy corrigiendo, cuando acabe de hacerlo los ordenaré por clases. Al ser del mismo curso no importa ahora el orden.

—Vale.

Seguimos recogiendo hasta llegar al último papel que somos las dos las que vamos a cogerlo hasta que nuestras manos se rozan y eso hace que deje la hoja inmediatamente cogiéndola ella. Ella no se ha inmutado del roce y ha seguido recogiendo. ¿Por qué yo me he puesto nerviosa?

Dejo mis pensamientos a un lado y sigo ayudándole. Terminamos de recoger todo de la mesa, tanto lo suyo como lo mío.

—Gracias. —me dice sonriente.

—No hay de qué, gracias a ti por dejarme hacer la redacción. —sonríe y cogemos nuestras cosas para salir del departamento.

Cierra la puerta y nos disponemos a irnos cuando aparece Cristina. Todo en mí se bloquea.

Se acerca a nosotras hasta parar en frente nuestro.

—Buenas tardes. —dice Margaret.

—Buenas tardes. —contesta Cristina.

Yo no digo nada, tampoco la miro.

—Debo darle el calendario de éste mes que viene. —dice Cristina entregándoselo a Margaret.

—Gracias. —dice cogiéndolo.

—Hasta mañana. —dice Cristina yéndose.

Margaret dirige la mirada hacia mí y me mira fijamente.

—Es ella, ¿verdad?

La profesora de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora