Capítulo 19

7K 413 24
                                    

Sigue sin mirarme y no la veo con intenciones de hablar. Pero, su expresión ha cambiado, está tensa, lo noto. Su mirada está fija en los papeles de la mesa y sus manos han echo una pequeña presión sobre la mesa cuando he hablado, mínima, pero la he notado.

—¿Tampoco piensas contestarme ahora? —le digo, de nuevo sin tartamudeos.

Sigue igual, en la misma posición, con la mirada en el mismo sitio y su expresión no ha cambiado. No la entiendo. Si se arrepiente aún habiéndome dicho que no lo haría, puede decírmelo y terminariamos con esto de una vez por todas.

Noto las lágrimas en mis ojos amenazando con salir de nuevo. Ya no puedo más, no aguantaré mucho tiempo más así.

La miro por última vez.

—Bien, haz lo que quieras, no te voy a rogar más que me hables o que me mires si quiera. —le digo, temiendo que sean las últimas palabras que saldrán de mí para ella.

Me doy media vuelta y comienzo a caminar hacia la puerta. Al llegar a ésta, me giro una última vez y la miro. No lo puedo creer, ni una mueca, ni una simple mirada, ni si quiera me ha parado, nada. Lo único que ha hecho ha sido ponerse a ordenar los papeles de su mesa.

Me giro de nuevo y me voy de la clase.

Mediante voy caminando noto las lágrimas en mis ojos cada vez más amenazantes, tanto que si pestañeo una sola vez, saldrán disparadas y no las podré controlar. Mi vista se va haciendo cada vez más borrosa por culpa de ellas. Menos mal que ya no hay nadie por los pasillos. Tan sólo algunos profesores que ni me miran al no conocerme y la recepcionista, que me abre la puerta para que salga; sin mirarme.

Sigo caminando e intento ir lo más rápido posible para así no encontrarme con nadie.

Voy a medio camino. Ya queda cada vez menos para llegar a mi casa para así poder encerrarme y no saber nada más sobre el mundo exterior hasta mañana.

Algunas personas me miran curiosos y rápidamente apartan su vista de mí. No los culpo, yo también lo haría, doy pena. Llevo unos días, no sabría decir si ya son semanas, en las que ya no visto como antes, me miras y ya no ves a la Melanie coqueta de antes, ahora soy la Melanie vagabunda. No voy maquillada, sólo pintalabios protector para que no se me corten los labios, sin color. Llevo pantalón largo de chándal color gris; ancho. Una sudadera del mismo color y también ancha con mis Converse. Llevo tiempo vistiéndome así pero alternando sudaderas y pantalones, a veces, solo a veces, los pantalones son tejanos y, alguna que otra vez me visto mejor, pero sin maquillarme, para que no comiencen las preguntas acosadoras, tejanos y camiseta normal; largos.

Odio que me miren. Sí, Melanie Cooper odia que la gente le mire. Dios, ¿realmente soy yo? Ni yo misma logro reconocerme...

Después de andar unos minutos más, llego a casa. Saco las llaves de la mochila y entro dirigiéndome directamente a mi habitación. Al llegar, dejo la mochila en el suelo y me tumbo en la cama.

Ya no sé qué pensar ni cómo actuar. Me siento una real mierda y tengo una gran presión en mi estómago que me dificulta hasta el respirar. ¿Por qué estoy así?

Ya no aguanto más y me echo a llorar, las lágrimas eran ya tan amenazadoras que no he podido aguantarlas más. Al menos, no he llorado en la calle, ni en medio de clase y por suerte, no delante de ella.

Las lágrimas salen y salen y noto como me libero, como saco todo lo malo fuera de mí, noto como me limpio por dentro.

Estoy cansada, llevo días sin dormir correctamente ya que tengo insomnio y me despierto cada hora o simplemente no me duermo hasta dos horas antes de que suene el despertador porque no logro conciliar el sueño ya que no dejo de pensar todo el rato en lo mismo.

Cada lágrima que saco a parte de hacerme sentir mejor, también me hace sentir los ojos más pesados y cansados. Noto como se van cerrando lentamente hasta quedarme profundamente dormida entre pequeños sollozos.

(...)

Me despierto por unos insistentes sonidos provenientes de la puerta. Alguien está dándole al timbre sin parar. No se cansará, no.

Me levanto sin nada de ganas sintiendo mis ojos ardiendo, no me extraña.

Miro la hora en el reloj de mi mesita. Las 19:35h. Qué tarde y ni si quiera he comido, tampoco tengo hambre.

El timbre no para de sonar y yo ya me estoy comenzando a cansar.

Bajo las escaleras sin prisa, que le den a quién sea que está detrás de la puerta.

Acabo de bajar las escaleras y llego a la puerta. Suspiro y me dispongo a abrir.

La profesora de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora