Capítulo 31

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Termimamos la clase de laboratorio y subimos al piso de antes ya que nuestra siguiente clase está ahí. Pasamos por delante de la clase de Cristina y la aula está vacía. Habrá ido al lavabo o a la sala de profesores, pienso.

Vamos a clase de inglés y esperamos a que llegue la profesora. Cinco minutos después llega y comienza a dar la clase.

Normalmente hacemos repaso de otros años, pero ya en el tercer trimestre, nos está dando temario más parecido al de bachillerato, por lo tanto, trabajamos el doble y todos en silencio.

Llevamos media hora de clase y mi vejiga me está reclamando ir a hacerle una visita al lavabo, así, sin cita previa. Intento aguantar pero me es imposible después de haberme bebido una botella de agua entera.

Levanto la mano llamando la atención de la profesora.

—¿Si Melanie? —pregunta Anastasia, la profesora.

—¿Puedo ir al lavabo, por favor? —digo suplicante.

—Sí, pero ya sabes como has de pedirlo.

Me quejo interiormente.

Sorry teacher, may I go to the toilet?—pregunto ya desesperada.

Sure Melanie —dice y suelta una media risita.

Qué graciosa la teacher.

Automáticamente me levanto de un salto y me dirijo rápidamente al lavabo.

Llegar al lavabo ha sido como entrar al paraíso. Me lavo la manos al terminar y me las seco. Una vez terminado lo básico de la higiene, vuelvo a la clase de inglés, con la profesora que se ríe de mis problemas urinarios.

Como antes, vuelvo a pasar por la clase de Cristina pero esta vez no está vacía, ella se encuentra ahí. Pero me paro en seco al escuchar una voz que no es la de Cristina.

No logro distinguir bien lo que dicen así que me acerco más hasta encontrarme apoyada en el marco de la puerta, con cuidado de que no me vean.

—Hoy está muy guapa Cristina —distingo escuchar. ¿Disculpa?—, ¿no se lo ha dicho nadie? —continúa la voz, la cuál distingo perfectamente tras esto último dicho. Es la fresita.

¿Cómo se atreve?

—Eh... no, no me lo han dicho —escucho decir a Cristina.

—Pues deberían de decírselo todos los días, una mujer como usted merece eso y mucho más —dice la fresita coqueta.

Necesito verlas, pienso.

La puerta esta ajustada lo máximo como para que se pueda asomar la cabeza y parte más. Acerco mi cabeza con cuidado y consigo verlas. Cristina está sentada en la silla de su escritorio y fresita se encuentra de pie, pero tras decir lo último se sienta sobre el borde de la mesa, muy cerca de Cristina para mi gusto.

—Soy su profesora, no debe tratarme así —dice Cristina al ver lo cerca que se ha puesto Karina—. Por favor, vuelva a su clase —dice autoritaria y yo sonrío inconscientemente.

—¿Qué le pasa profesora, la pongo nerviosa? —suelta Karina pícaramente.

—Claro que no, pero esto no es ético —dice levantándose y yo me pongo nerviosa, que no se le ocurra ir a la puerta—. Por favor, como ya le he dicho, vuelva a clase —dice acercándose a la pizarra y cogiendo el borrador para acto seguido borrar la tiza que hay en ella.

—¿Es que acaso está con alguien? —dice Karina bajándose de la mesa y acercándose a ella, parándose a un lado suyo— Porqué sino, no lo entiendo.

La profesora de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora