—¡Melanie baja ahora mismo! —escucho gritar a mi madre, como de costumbre últimamente.
—¿Pero qué pasa? —pregunto al llegar abajo.
—¿Por qué me ha llamado la psicóloga diciéndome que no has asistido a ninguna sesión? —pregunta con mirada amenazante.
—Pues... ¿porqué no he ido? —le digo obvia.
—¿Y me puedes decir la razón por la cuál no has ido?
—No he querido ir y punto, no le veo el sentido —le digo y me giro para volver a mi habitación, dando por finalizada la conversación.
—Esta tarde vas y que no me entere de que no has ido, ¿me has entendido? —paro en seco y me giro para mirarla.
—Y si no voy, ¿qué? ¿Me vas a castigar? ¿Más? Hazlo, me da igual, prácticamente me has quitado la vida, llevo sin salir semanas —contesto vacilante.
—Irás y punto, no hay más que hablar.
···
Siento un déjà vú ahora mismo. Me encuentro en la misma sala de espera que hace unos meses con las mismas personas y esperando en el mismo sitio.
Las agujas del reloj que hay en la pared es el único sonido que se escucha y me está poniendo de los nervios, siento que si trago las demás personas podrán escucharlo, así que me estoy ahogando en la espera, siento la agonía en mi garganta.
El sonido de la manecilla de la puerta me saca de mis pensamientos. La puerta se abre y aparece la misma chica de la otra vez.
Va diciendo nombres y nadie contesta hasta que nombra el mío.
—Aquí —digo levantando la mano, sin mucho ánimo.
Al verme noto su sorpresa y de algún modo me causa gracia, ninguna de las dos pensaba que hoy vendría.
—Ya puedes ir pasando —dice y entra dejando la puerta abierta—. Cierra por favor —dice cuando entro. No me ha mirado en ningun momento sino que se mantiene con la mirada fija en unos papeles.
Cierro la puerta y me quedo de pie al lado de la puerta.
—Toma asiento —dice levantando unos segundos la vista para mirarme y señala una silla delante de su mesa.
Me acerco lentamente y me siento en la silla sin decir nada.
Deja de mirar los papeles para fijar toda su atención en mí. No recordaba que tuviera los ojos azules y mucho menos que fuera rubia. Qué cosas.
—Sabía que volverías —dice sin apartar su mirada de mí.
—No puedes saber algo que ni yo sabía.
—Si puedo —vacila.
—No, no puedes.
—¿Y bien? ¿Cuál es la razón por la que has venido?
—Mi madre me ha obligado.
—Porqué yo la he llamado.
—¿Por qué lo has hecho? —le replico.
—Porqué quería verte.
—¿Por qué?
—Porqué la primera y última vez que nos vimos noté que eso que escondes que niegas admitir realmente te está carcomiendo por dentro.
—No es cierto.
—Sí lo es, por algo has venido.
—Ya te lo he dicho, he venido porqué me ha obligado mi madre.
—Ya te he escuchado, pero hoy estás hablando, cosa que la otra vez casi ni conocí tu voz. En parte eso me indica que no te desagrada tanto el estar aquí.
Me quedo callada e intento ocultar mi asombro. ¿Tiene razón?
—¿Me estás psicoanalizando? —le pregunto al cabo de unos segundos.
—No, sólo saco mis hipótesis, que veo que se confirman.
—Pues he de decirte que tus hipótesis son una mierda.
—¿Segura? No lo creo —contesta apoyándose en el respaldo de la silla y cruzando los brazos.
—Estoy más que segura.
—Te equivocas, una vez más.
—Desde el primer momento me di cuenta que no se te da bien mentir —dice sonriendo y yo ruedo los ojos—. Sin embargo, se te da bien guardar tus problemas —dice mirándome con su azul penetrante.
—Es un don —afirmo.
—Y una maldición también.
—Yo no lo veo así.
—Claro que no, solo faltaría, no estarías aquí sino —dice y me giña el ojo y yo sonrío inconscientemente—. Pero realmente no creo que se te de tan bien —dice acercándose de nuevo a la mesa y apoya los codos en ella aguantando con las manos su barbilla.
—¿Guardarlos? —asiente—. ¿Por qué?
—Porqué no los olvidas.
—¿Y eso qué tendrá que ver?
—Uy eso tiene mucho que ver —la miro extrañada—, pero eso te lo contaré en la próxima sesión —sonríe—. Si es que vienes, claro —añade.
—¿Y por qué no me lo cuentas ahora?
—Porqué la sesión ha terminado Melanie —me dice y me sonríe y yo me giro a mirar el reloj.
Dios mío, ha pasado una hora... ¿pero cómo?
Me vuelvo a girar y me la encuentro mirándome con la misma sonrisa.
—A que se te ha pasado rápido, ¿eh? —no le contesto—. No me hace falta una contestación porqué a la vista está —sonríe y me giña el ojo—. Bueno Melanie —dice levantándose y yo como acto reflejo hago lo mismo y ella rodea la mesa y se pone a mi lado—, nos vemos en la próxima sesión —dice poniendo su mano sobre mi hombro—. Si es que vienes, claro —sonríe.
...
Escucho pasos al otro lado de la puerta y mis nervios aumentan a cada paso. La puerta se abre.
—Pero Dios mío Melanie, ¿qué estás haciendo aquí? —su rostro no puede expresar más sorpresa, y no la culpo.
No le contesto y me lanzo a sus brazos creando un abrazo, pudiéndola sentir como no hacia desde hace tantas semanas.
—Te he echado tanto de menos... —le digo al separarme pero aún sin soltarnos, ella me sonríe y yo sonrío liberando toda felicidad con tan solo un gesto.
—Yo también te he echado de menos, y no sabes cuánto —dice acercándome de nuevo a ella en otro abrazo—. Pasa por favor —me dice al soltarnos del abrazo y yo hago lo que me dice entrando cogidas de la mano.
Cierra la puerta y en menos de un segundo nuestros labios ya se han juntado en un tierno y cálido beso, ese que tanto anhelábamos.
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La profesora de mis sueños.
Roman d'amourCreía no saber lo que me pasaba o simplemente rechazaba esa absurda idea que habitaba en mi mente, pero todo lo absurdo se volvió común desde que te conocí. Derribaste mis muros y me enloqueciste hasta el punto de ser el pilar que sujeta esa poca co...