Tras esta triste despedida dejamos de tener contacto. No hay nada más doloroso que, amando de verdad a una persona y siendo esto mutuo, la relación tenga que llegar a su fin y dejar ir porque la gente se empeñó en destruir nuestras vidas.
Me dolió muchísimo esta conversación y las consecuencias que acarreó. Día tras día se repetía la misma conversación palabra a palabra en mi cabeza; se quedaron clavadas en ella y me atormentaban, no me dejaban siquiera dormir. No podía seguir así, anímicamente me estaba afectando mucho y había bajado de peso. Nuestra relación llegó a su fin en el momento en que nos pillaron y nuestras vidas se fueron a la mierda junto con ella, pero intentamos mantener el barco a flote porque queríamos conseguirlo y una parte de nosotras, al menos al principio, pensaba que podíamos conseguirlo.
Un día, tras mirarme en el espejo detenidamente y confirmar el asco que daba, decidí acabar con este estado de depresión e inestabilidad anímica. Así que salí del baño y me dirigí a mi habitación. Abrí el armario y, una vez saqué la maleta de debajo de la cama, comencé a guardar toda mi ropa en dicha maleta. La guardé toda, ni siquiera me paré a pensar si me seguía sirviendo o no, pues ya la usaría de trapo si era necesario. Saqué otra maleta y ahí empecé a guardar los objetos tecnológicos de forma que no se fueran a romper con el movimiento. Una vez guardé todo lo necesario, sabiendo que muchas cosas no podría llevármelas, cogí las maletas y me fui de casa.
Cualquiera podría pensar que fue una idea estúpida porque no tenía a dónde ir, pero tampoco conseguía nada quedándome. Esa noche la pasé en un hotel no muy lejos de mi casa que era bastante económico. Y con razón. Era un hotel de 2 estrellas del que no logro olvidarme. Nada más entrar este me regaló una maravillosa cucaracha muerta en la entrada. Al menos esa no tuve que matarla yo, no como la que estaba en la bañera que no paraba de corrotear de un lado al otro.
Mi estancia en el hotel por suerte no fue muy larga, lo que tardé en encontrar un pequeño piso, suficiente para mí, que estaba en otro pueblo alejado del mío. Había ahorrado lo suficiente para poder permitírmelo. Eso sí, el alquiler del piso era el único lujo que me podía permitir.
No fue difícil instalar todo en el piso. Una vez acomodada empecé a buscar otro trabajo y en poco tiempo conseguí uno de camarera en un restaurante. Como estaban faltos de personal a los pocos meses me hicieron fija. No es que fuera un trabajo de lujo, pero me pagaban bien y me mantenía ocupada durante todo el día, lo que me iba bien para no pensar en la mierda en la que me había metido y en lo sola que estaba en esos momentos.
Lo que más me interesaba de ese trabajo es que así podía seguir ahorrando para poder sacarme una carrera universitaria como tenía planeado y no seguir perdiendo el tiempo, ya que, aunque fuera joven, no podía seguir estudiando y trabajando en lugares simples que no me llenaran ni tuvieran que ver con mis intereses.
Así que con mucho esfuerzo y dedicación conseguí entrar a estudiar una carrera universitaria y empezar a construir un futuro para mí. Aun así me seguía sintiendo sola y no paraba de pensar en Ana, en cómo estaría, qué hacía, qué era de ella.
En la universidad no me costó mucho entablar amistades y me sentía acogida por primera vez en mucho tiempo y, sobre todo, sin ser juzgada por nadie.
–¿Vamos o qué? –me dijo mi amiga al ver que me había quedado sentada mirando fijamente a la pizarra.
–Sí, sí, vamos.
–¿En qué piensas tanto? –preguntó mientras guardaba las cosas.
–¿Qué? En nada.
–¿Estás segura? Parecías preocupada.
–Sí, tranquila.
Pese a estar ya en el segundo año de carrera y haber pasado dos años desde que nos conocemos y cuatro desde que ocurrió todo, no me atrevía a contarle nada de lo ocurrido y todo por lo que había tenido que pasar. No sabía si ella me apoyaría o si por el contrario pensaría igual que toda la gente que trató de hundirme de la peor de las formas.
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La profesora de mis sueños.
RomansaCreía no saber lo que me pasaba o simplemente rechazaba esa absurda idea que habitaba en mi mente, pero todo lo absurdo se volvió común desde que te conocí. Derribaste mis muros y me enloqueciste hasta el punto de ser el pilar que sujeta esa poca co...