El final del curso escolar está a la vuelta de la esquina y mis nervios a flor de piel. Esta semana hemos comenzado el tercer trimestre y en tres meses termina el curso. Tendremos una charla en la que nos guiarán para el año que viene y nos ayudarán —o eso espero— a resolver nuestras dudas sobre el bachillerato y cuál coger sin equivocación.
Ha venido una chica nueva a mi clase la cuál me cae mal, mucho. No es para nada yo y es de esas típicas chicas a las que les gusta ser el centro de atención y una gran fresita. Se ha adaptado rápidamente y le encanta ser una pelota con todo el mundo, incluso conmigo, aunque sé que no le caigo bien, lo noto en su falsa cara de fresita. Solo lleva una semana en el centro y ya me parece insoportable.
Me encuentro dirigiéndome hacia el lavabo de la segunda planta cuando escucho la voz de la fresita a lo lejos. No le doy importancia hasta que la oigo a ella. Me paro en seco y me escondo tras el muro para escuchar lo que dicen.
—¿Podrías ayudarme a llegar al lavabo, por favor? —dice con su estúpida voz. Por Dios, ya llevas una semana aquí, como si no supieras donde está. ¿Qué intentas?
—¡Claro!, ven que te acompaño. —dice Cristina más amable de lo que debería.
Caigo en la cuenta que se dirigen hacia donde me encuentro y corro rápidamente y entro en el lavabo el cuál se encuentra a metros de mí. Segundos después de entrar aparecen ellas dos.
—Aquí está. —dice con una sonrisa.
—Muchas gracias. —dice devolviéndole la sonrisa.
Cuando acaban esta estúpida situación se percatan de mi presencia y las dos giran y me miran.
—¡Hola Mel! —dice la fresita y acto seguido se mete en uno de los lavabos.
¿Mel? ¿Y esas confianzas?
Mi cara no podría mostrar más desagrado y Cristina lo nota sonriéndo ocultando la risa. No hago caso a su expresión y me pongo a beber agua y salir al terminar pasando por su lado sin dirigirle siquiera la mirada. Salgo del pasillo y me pongo a bajar las escaleras y recorro el pasillo hasta llegar a mi clase. He tardado tanto en mi trayecto al lavabo que la clase a finalizado justo al sentarme. Ahora toca física y química, es decir, me toca aguantarla después de lo sucedido en el lavabo.
Cinco minutos y Cristina llega con una sonrisa y suelta un "buenos días" y todos contestan lo mismo. Todos menos yo, no tengo ganas de nada.
La clase termina después de una larga hora de explicaciones y miradas no correspondidas por mi parte. Me pongo a recoger y aunque mi humor de perros me hace ir más rápido de lo normal eso no permite que salga de las primeras ya que soy la última que queda en el aula a parte de Cristina. Poca gracia me hace. Me dirijo hacia la puerta rápidamente y me detengo ante un "quédate" y un "cierra la puerta" de su parte. Cierro la puerta y me giro hacia su escritorio encontrándola sentada en la silla ordenando papeles que se encuentran en la mesa.
—¿No te despides? —dice cuando llego a su lado.
—¿Por qué debería hacerlo? —le respondo los más seca que puedo.
Su cara expresa sorpresa.
—¿He hecho algo para que estés así?
—¿Qué te hace pensar que estoy mal?
—Tu actitud me lo demuestra, no te hagas la tonta ahora. ¿Estás molesta por Karina?
Karina, qué bien, ¿no?
—¿Por Karina? ¿Por qué razón?
—Por tu cara en el lavabo. —dice obvia.
—¿Por mi cara? No digas tonterías, a mí no me ocurre nada. Ahora si me lo permites, me voy. —digo girándome y empezando a andar hacia la puerta pero su mano en mi brazo me lo impide.
—No, no te lo permito —dice dándome la vuelta y dejándome muy cerca de ella— no entiendo tu actitud. ¿Me la explicas?
—No, no te voy a explicar nada porqué no hay nada que explicar. —digo y me suelto de su agarre dándome la vuelta y me dirijo, otra vez, hasta la puerta.
—¿Estás celosa? —dice haciendo que me pare en seco ante su pregunta. Me quedo unos segundos parada en frente de la puerta pensando su pregunta. ¿Celosa, yo? ¿Por qué motivo? No. Me giro al percatarme de que llevo un rato en esta posición y me encuentro con una Cristina mirándome divertida.
—No. —contesto seca.
—¿No? —dice acercándose lentamente— y por esa razón te has quedado tanto rato ahí parada, ¿no? —dice poniendo sus manos a cada lado de mi cadera y aferrándome a ella— ¿Segura?
Asiento levemente sin poder sacar palabra alguna de mi boca. Su cercanía me hace perder la cordura y desear cada vez más cortar esta maldita distancia que queda entre sus labios y los míos.
—No te creo —dice en un susurro rozando mis labios con los suyos antes de cortar la poca distancia que hay entre nosotras con un suave beso. El cuál no puedo evitar corresponder y olvidar toda la rabia que habita en mí en estos momentos.
—Lo sabía —dice en un susurro encima de mis labios al separarse de ellos.
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La profesora de mis sueños.
RomanceCreía no saber lo que me pasaba o simplemente rechazaba esa absurda idea que habitaba en mi mente, pero todo lo absurdo se volvió común desde que te conocí. Derribaste mis muros y me enloqueciste hasta el punto de ser el pilar que sujeta esa poca co...