Segunda parte: Capítulo 11

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Cogí las maletas y mi bolso de mano. Muy a mi pesar salí con mi madre detrás, siguiéndome, esperando a conocer a quien me había convencido para irme un mes lejos de ella. Mis manos estaban sudando e intentaba que mi cara no demostrara el miedo que estaba sintiendo en esos momentos.

Ana escuchó el ruido de mi maleta y se giró a ver. La sonrisa que estaba en sus labios pensando que ya nos íbamos se esfumó por completo y su cara era digna de ser plasmada en un lienzo. En otro momento me habría reído de su reacción, pero solo quería salir corriendo y mi expresión no debía alejarse mucho de la suya.

Hicimos contacto visual. Podía notar su miedo. Habíamos hablado de esto, sabíamos que podía ocurrir, pero una parte de nosotras deseaba que a mi madre se le pasara por alto ser tan madre por una vez.

Tardó en reaccionar, pero cuando llegué al coche ella bajó de un salto y en segundos ya estaba a nuestro lado.

-Hola, ¿cómo está? Soy Ana -dijo a mi madre. Podía notar un ligero temblor en su voz que pudo contener como pudo, pero la conocía y pude notarlo fácilmente.

-Muy bien, ¿y tú? -le contestó mi madre. Ella sin ningún tipo de temblor en su voz, obviamente- No sabía que eras mayor que mi hija.

Me quedé petrificada. Iba fuerte mi madre, se había levantado con ganas de tocar los cojones y hacer que Ana sintiera miedo.

-Sí -afirmó-. Un poco, sí -sonrió.

Nunca la había visto tan nerviosa y sonreí involuntariamente. Me pareció muy tierna.

-¿Cuánto es un poco?

En esos momentos estaba odiando su insistencia. Creo que tampoco era necesaria.

-Tengo 30 -dijo con el deseo de que acabara allí todo. Intentó sonar lo más tranquila posible.

-¿Cómo os conocisteis? -preguntó, curiosa.

¿Eso quería decir que la edad no le importaba? Me estaba conteniendo los gritos internamente y mis manos no podían sudar más. Tenía la necesidad de morderme las uñas hasta dejarme sin, pero quería hacer ver que solo era una amistad casual la que nos unía y no una relación amorosa.

No tenía ni idea de qué contestar. Deseaba con todas mis fuerzas que Ana tuviera una buena respuesta y nos sacara de esta rápidamente.

-En el parque -contestó con un tono tranquilo-. Ella estaba sumida en el teléfono mirando ella sabrá qué y nos chocamos. Entonces comenzamos a hablar y nos terminamos dando los números de teléfono -lo dijo tan convincente que hasta yo misma me la creí.

-No me habías contado nada de todo esto -me miró, reprochándome.

¿Cómo quería que le contase nada, si ni siquiera yo lo sabía?

-No vi el porqué -dije restándole importancia.

-Bueno, por una vez que haces amistad con alguien yo creo que sí.

-Lo dices como si fuera una antisocial.

-Un poco sí -dijo Ana. Yo la miré, sorprendida. Mi madre también se giró a verla y a ella le cambió la cara por completo. Sus mejillas se sonrojaron-. O sea...

La profesora de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora