Capítulo 4

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Cierro la puerta y me dirijo hacia ella. Veo una silla libre al lado suyo. No me lo pienso dos veces y me dirijo hacia ésta.

—Buenas tardes —digo mientras dejo la mochila en el respaldo de la silla y me siento.

—Buenas tardes —me responde. Me mira de arriba abajo y procede a decir— ¿empezamos Melanie?

—Sí. —es lo único que logro decir. Sus hermosos ojos esmeralda mirándome fijamente no dejaban que nada más saliera de mi boca. Pero una pregunta me carcome por dentro, ¿qué edad debe de tener? ¿Parecerá más joven de lo que es o no? Bueno, en verdad eran más de una pregunta. Iba a hacerle la pregunta pero empieza a hablar. Me intimida tanto que no me atrevo a cortarla.

—Bien, de lo que expliqué ayer en clase, y lo que he explicado hoy, ¿ha entendido algo?

—Lo de la primera clase, al final, sí. No sé cómo pero lo acabé entendiendo después de que se levantara a ayudarme ayer.

—Perfecto —dice— y, ¿lo de hoy?

—Eso ya no —digo.

—¿Tampoco lo que le expliqué en esa hora libre?

—Tampoco... —contesto mirando hacia abajo— debe tener mucha paciencia conmigo en lo que a números se refiere.

—La tendré, tranquila. Y si tengo que quedarme todos los martes a las 16:00h para ayudarla, tenga por seguro que lo haré —dice.

Perfecto.

—Gracias, es muy amable. —digo conteniendo mis nervios.

—Bien, saque las cosas y ahora sí, empecemos.

Empecemos.

Me giré hacia su lado para coger las cosas de mi mochila. Como estaban las cosas en el respaldo, me apoyé en éste para poder cogerlas mejor y "sin querer", presioné mis pechos haciendo que dejara una gran perspectiva de ellos. Haciendo que, me mirara. Automáticamente giró los ojos hacia otro lado, nerviosa.

Punto para mami.

Lentamente abrí la cremallera mientras cruzaba las piernas, recordando que, llevo falda o más bien dicho ahora, mini-falda ya que al cruzarme de piernas, la falda ha subido a tal altura que casi es inexistente. Al cruzarlas, del tan poco espacio que hay entre nosotras, mi rodilla toca su muslo y ella, hace un ligero movimiento para apartarse pero le es en vano. No se ha movido ni un centímetro.

Cojo la libreta y el estuche de mi mochila y me giro de nuevo cruzando mis piernas otra vez, pero ahora, sentada normal.

—Ya está. —digo con una sonrisa victoriosa.

—Ya era hora... —dice en un susurro que para su mala suerte consigo escuchar y sonrío para mis adentros haciendo ver que no he escuchado nada.

Abro la libreta por las actividades que hay que hacer para mañana.

—¿Las hacemos? —pregunto.

—¿Hacer el que? —pregunta nerviosa.

—Las actividades —le respondo obvia.

—Ah, sí, claro.

—¿Qué había pensado? —digo aguantándome la risa.

—Nada, nada. Empecemos entonces.

¿Ha pensado lo que creo que ha pensado?

A medida que va explicándome voy entendiendo todo mejor, si al final, no debo de ser tan tonta. Pero, ya podéis imaginar que escuchar no es lo único que hago. Cada vez que puedo, muevo mi pelo de un lado a otro haciendo que, al tenerlo tan largo, se meta dentro de mi escote haciendo que baje su vista hacia éste. Nerviosa, mueve su vista rápidamente hacia otro lado.

La profesora de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora