Capítulo 3

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—¿Sale y hace la primera? —asiento.

Me levanto con la libreta en la mano y me dirijo hacia donde está ella, coge una tiza y extiende el brazo para que la coja. Se la cojo y nuestras manos rozan como el día anterior. La miro a los ojos unos segundos y voy hacia la pizarra. Nunca he estado tan nerviosa como lo estoy hoy. Joder.

Mientras escribo noto su mirada en mí. Noto que mi mano tiembla de lo tan nerviosa que estoy.

Termino de hacer la primera actividad y le devuelvo la tiza. Me iba a sentar cuando me detiene.

—No se siente todavía, primero comprobaré que la tenga bien. —asiento de nuevo y obedezco como si fuera su perrito faldero.

Mientras la comprueba me apoyo encima de su mesa y contemplo como la corrige.

—Muy bien, la tiene bien. —sonrío por lo que me acaba de decir y me dirijo hacia mi sitio.

La hora ya ha terminado. Explicó cosas nuevas las cuáles no he entendido como siempre y nos mandó unos cuantos ejercicios para mañana. Esto de tener todos los días clases de una asignatura no mola tanto. Porqué luego, esto es lo que pasa. Está buena, pero se pasa con los deberes. La profesora sigue en clase. Acaba de recoger y se marcha.

Ahora, nos toca biología y la profesora tarda mucho en venir. Oímos que alguien se acerca y los que estaban de pie se sientan. De repente, entra Cristina de nuevo.

—Hola de nuevo chicos, la profesora de biología está enferma y hoy no vendrá. A mí me toca guardia ahora así que me quedaré con ustedes. —dice eso y se sienta.

¡Qué guay! Podré contemplarla otra hora más.

Ahora que lo pienso, las cosas que me pasan por la cabeza suenan un tanto psicópatas, ¿no creéis?

Para aprovechar el tiempo, saco Física y comienzo a hacer todos los deberes que nos ha mandado.
Para mi sorpresa, he sabido hacer la primera actividad, ¿lo malo? Me quedan cinco. La verdad, por muy buena que esté no justifica el hecho de que se pase con los deberes. ¡Por favor, somos humanos! Un poquito de compasión con nosotros.

Leo y releo el ejercicio y no me sale. La miro y la veo concentrada con lo suyo y pienso bien si el levantarme para pedirle ayuda será lo correcto o no. Me arriesgo y me levanto, cojo mi libreta y un bolígrafo y me dirijo hacia ella. Hayá voy.

No te pongas nerviosa Mel, no te pongas nerviosa.

Bien, he llegado y sin tropezarme. Punto a favor.

Toso torpemente y eso hace que deje de hacer lo que está haciendo y preste toda la atención en mí.

—Hola Melanie, ¿quería algo? —dice dulcemente con su sexy voz.

A usted.

—S-sí. Quería que me ayudara con los deberes que puso. He conseguido hacer una actividad pero las demás no me salen. —conseguí decir todo del tirón. Bien.

—Claro que sí, traiga su silla y siéntese a mi lado.

Acto seguido, me dirijo hacia mi sitio, cojo la silla torpemente y vuelvo hacia dónde está ella. Coloco la silla a un costado suyo, bastante cerca de ella.

Al ir a sentarme, dejo una gran perspectiva, ésta vez yo, de mis pechos.

¡Bingo! Ha mirado. ¿Son cosas mías o se ha puesto nerviosa?

Nunca habría pensado que una persona tan seria como ella se pusiera nerviosa al ver los pechos de su alumna. He de decir que es nueva pero ya en dos días ya se ha llevado la fama de profesora seria y dura, ¿cómo lo habrá hecho? Dicen que sus exámenes son de lo más difíciles. Pero, ¿en tan solo el segundo día ya ha puesto algún examen? Estoy perdida con ésta.

La profesora de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora