Capítulo 15

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ANDREW

Han pasado tres días desde la última vez que Dan y yo nos vimos. Soy yo quien nos distanció pero tampoco quiero separarme de su lado para siempre, simplemente estoy dolido. A pesar de lo mucho que le echo de menos, no seré yo quien dé el primer paso pero pensé que no tardaría tanto en hacerlo.

— ¡Andrew, despierta! No la vayas a cagar en tu último día de residente— me dice un compañero.

Bueno, más que un compañero, es Roman, el chico del que estaba celoso Dan en aquel pub y, aunque me fastidie admitirlo, sus celos eran totalmente justificados. Roman es como un pulpo, siempre te está tocando y arrimándose a ti. Le dan igual hombres que mujeres. Yo soy una persona cariñosa pero lo de Roman no es normal; te acaba agobiando. Aunque a su favor he de admitir que es un gran médico y a la hora de intervenir es muy profesional. Pero sólo cuando tiene un paciente delante, después acaba siendo insoportable aunque a nosotros no nos queda otra que quererle como es. Es raro decirlo pero es así. En el fondo no es mala persona, sólo un pesado.

— Lo siento, estaba distraído— me disculpo.

— Pues el herido no se puede permitir que lo estés— asiento sabiendo que tiene razón.

La ambulancia va a toda velocidad. Nuestro pueblo está bastante alejado de las grandes ciudades y pasa lo mismo con los de los alrededores, por lo que de vez en cuando nos toca salir hacia dicho pueblos ya que en ellos no tienen servicio de emergencias propio ni mucho menos hospitales.

El sitio no estaba muy lejos y a la gran velocidad a la que íbamos llegamos al lugar en apenas diez minutos. El aviso era por una pelea callejera. Al parecer, lo que había empezado por golpes, terminó en navajazos. Salimos a toda velocidad y me impacta ver que los implicados son unos críos.

— ¿Qué ha pasado?— pregunta Roman serio poniéndose en modo "médico responsable".

— L-le sacaron un cu... un cuchillo y luego... luego— intenta decir una chica histérica mientras llora.

— Vamos a ver, tranquilizate por tu amigo— la dice una compañera.— Vendrás con nosotros para podernoslo explicar con más calma.

— Esto está peor de lo que me esperaba— murmura Roman y yo también lo creo.— Andrew, presiona la herida, nos le llevamos directamente al hospital— dice y acto seguido entre él y la otra compañera alzan la camilla.

— ¿Está muerto?— pregunta la chica con un hilo de voz.

— Sólo se ha desmallado— se limita a decir mi compañera.

La ambulancia vuelve al hospital a gran velocidad. Veo como el chico intenta abrir sus ojos con gran esfuerzo.

— ¿Dónde estoy?— dice como puede.

— De camino a un hospital— le contesto.

— ¿Me estoy muriendo?— éste es el tipo de comentario que más me cuesta dejar a un lado cada noche cuando trato de dormir.

— No lo vamos a permitir.

La ambulancia se detiene y las puertas traseras del vehículo se abren de par en par. Antes de poder siquiera coger la camilla, el chico empieza a toser sangre y un poco de ella llega hasta mi cara. El cuerpo del chico se vuelve inerte. Yo me bloqueo. No me puedo mover de mi sitio. Roman se acerca a su cuello.

— Hemos llegado tarde— niega con la cabeza.— Ve a darte una ducha— me dice Roman dándome unas palmaditas en el hombro.

En el vestuario, mientras me quito la ropa pienso en lo que ha ocurrido con ese chaval. Entro en la ducha y el agua caliente desengarrota mis músculos. Sólo era un chaval. Apenas tendría dieciséis años. No puedo sacármelo de la cabeza. Ahora seguramente Roman esté llamando a su familia para darles la feliz noticia. Ése es el peor momento. Personas que están tan tranquilas en sus casas o en sus trabajos sin hacer daño a nadie, un día reciben "la llamada", y sus vidas cambian para siempre y sabes que tú eres el responsable de ello. No el culpable, sino el mensajero. Las veces que me ha tocado a mí llamar, he esperado unos minutos más, pensando en dejar disfrutar y ser felices a esas personas que tardarán mucho en volver a sentir ese sentimiento de felicidad.

Salgo de la ducha y voy hacia mi taquilla para vestirme.

— ¿Te has enterado?— le dice un hombre a otro mientras se ponen el uniforme de enfermeros del hospital.— Ha habido otro asesinato extraño— pongo la oreja para poderme enterar.— Éste ha aparecido con ambos ojos cosidos e igual de pálido que el otro.

— ¿Otro lobo?— pregunta el otro hombre arrugando su frente.

— No, éste era humano.

DAN

— Fredek, ni lo intentes— le digo a mi insistente amigo.

— Vamos, tío, ¿quieres dejar a la pesada de Mila de una vez por todas e irte con una chica mejor?— una chica, ¡já!

— No empieces otra vez. Yo haré lo que me dé la gana con mi vida— le digo alzando una ceja.

Caminamos tranquilamente por las calles de la aldea sin prisa alguna.

— Vale pero, ¿tú eres feliz?— me pregunta.

— ¿A qué viene eso?— le pregunto extrañado.

— Si me dice que lo eres te dejaré en paz.

— Lo soy.

— ¡Mientes!

— ¿Para qué me dices entonces que te diga si soy feliz o no si tú solo vas a sacar tus propias conclusiones?— le digo indignado.

— Te conozco, amigo, simplemente eso— dice divertido y yo niego con la cabeza.

Llegamos a la Plaza Mayor y alrededor de la fuente, un gran número de personas se amontonan.

— ¿Qué pasa allí?— murmura Fredek y ambos vamos a enterarnos.

Cuando nos hacemos hueco entre la gente, desearía no haberlo visto. Una anciana humana, en los huesos, con sus ojos cosidos, sumergida en la fuente. Miro a Fredek y estoy seguro de que su gesto asustado es un reflejo del mío.

Sirenas de policías y ambulancias se abren paso entre los murmullos especuladores de las personas que ven la dantesca escena. Nosotros salimos del lugar para no molestar a los servicios de emergencia.

— ¿Qué está pasando?— pregunto en voz alta.

— No lo sé pero acaba de quedar demostrado que lo de Ben no fue un simple ajuste de cuentas.

Sí, Soy Lobo Y Gay, ¿Algún Problema? [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora