Capítulo 1

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Dulce: ¡No puedo ir a una fiesta! —declaró con firmeza a su amiga.— No tengo nada que ponerme ni tampoco dinero. Están a punto de echarme de mi casa. ¿Por qué me propones ir a una fiesta?

Anahí: Porque es justo lo que necesitas —insistió.— Llevas demasiado tiempo sin alternar.

Dulce: Pues éste no es el mejor momento para hacerlo —contestó, sus ojos echaban chispas.

Pero Any ignoró las protestas de su amiga.

Anahí: Yo te puedo prestar uno de mis vestidos.

En el pasado, la ropa de Any no le habría valido; sin embargo, Dul había perdido muchos kilos durante los últimos tres años, ya no quedaba ni rastro de sus voluptuosas curvas, ahora estaba delgada en extremo. Con su piel pálida y su cabello castaño. Dulce se veía a sí misma como una paja.

Dulce: De todos modos no quiero ir.

Anahí: Cuento contigo —le dijo— Venga, hace siglos que no salimos juntas. Por favor, hazlo por mí.

Dul sonrió débilmente.

Dulce: Está bien, iré. ¡Pero lo hago sólo por ti!

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Cuando llegaron a la fiesta aquella tarde, hacía mucho que Dulce no se sentía tan bien. Any había obrado milagros con su aspecto físico.

Le había recogido el pelo en un sofisticado moño y la había maquillado a la perfección, enfatizando sus preciosos ojos cafés. Any también le había dado un vestido que disimulaba su pérdida de peso.

Poco a poco, Dul comenzó a relajarse y a disfrutar.

Los últimos tres años habían sido muy duros para ella y esa fiesta era justo lo que necesitaba... ¡Un poco de diversión!

Pero cuando Dulce empezó a mirar a su alrededor, a las deslumbrantes personas que estaban allí, se dio cuenta de que había cometido un grave error.

Al otro lado del salón estaba Christopher Uckermann.

Dul empalideció nada más verlo y tuvo la tentación de dar media vuelta y salir corriendo de allí, pero era demasiado tarde. Christopher la había visto.

Se volvió a su amiga, pero Any estaba hablando con alguien.

Entonces, al volver los ojos de nuevo hacia Chris, vio con alivio que él ya no estaba... Hasta que una mano le tocó el hombro, produciéndole un estremecimiento.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Esa voz. Esa hermosa, y profunda voz. ¿Por qué conservaba el poder de hacerla temblar de pies a cabeza? A pesar del placer que habían compartido, las cosas fueron mal entre ellos y Dulce acabó huyendo de su matrimonio tres años atrás. Y, desde entonces, no le había visto hasta ese momento.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora