Capítulo 24

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En primer lugar, sabía que Christopher se negaría; en segundo lugar, le dejaría muy claro lo incómoda que se sentía.

Y no quería que él lo supiera.

Quería que él creyera que era capaz de manejar la situación, que había madurado.

Era sólo con ese hombre con quien perdía el sentido común.

Christopher: Dime, ¿qué tal has dormido? —preguntó sentándose frente a ella — Tengo que confesar que, desde que te vi el otro día, me está costando dormir. No dejo de darle vueltas a la cabeza.

Dulce: Yo duermo muy bien —mintió.— A propósito, este cuarto es muy agradable. Los otros salones son demasiado grandes para ser cómodos y acogedores, aunque comprendo que necesites de espacios tan grandes para tus reuniones de trabajo.

Christopher: Reuniones a las que espero que asistas —anunció con seriedad.

Dul frunció el ceño, el corazón le latía con una fuerza alarmante. La situación estaba empeorando por momentos.

Dulce: ¿Por qué?

Christopher: Porque tendrás que tomar notas; es parte de tu trabajo, Dulce. ¿No te lo ha dicho Maite?

Dulce: Supongo que no le ha dado tiempo de decírmelo —murmuró.

Christopher: ¿No te agrada la idea?

Dulce: ¿Tú qué crees? —le espetó; de repente, incapaz de contenerse, — ¿Tendré que quedarme aquí cuando se trate de reuniones que duren todo el fin de semana?

Christopher: Naturalmente.

Dul sintió alivio cuando le llevaron el desayuno, aunque no tenía nada de hambre.

Bebió un poco de zumo de naranja, picoteó un huevo con beicon y mordisqueó una tostada, pero no le hizo justicia a la comida. No podía.

Christopher, sin embargo, estaba completamente relajado. Bebía café recostado en el respaldo de su asiento, la miraba y sonreía.

Dul no entendía qué era lo que Chris quería de ella.

¿Sería venganza? ¿Querría hacerle el mismo daño que ella le había hecho?

No, no podía ser eso. Ucker nunca caería tan bajo.

Por fin, acabaron de desayunar y fueron a dar un paseo hasta el muelle.

La cabina de la lancha motora de Chris no era grande, pero sí bonita y parecía muy cara.

Sin embargo, lo más sorprendente era su nombre: Dulce.

Dulce: Le has puesto mi nombre. ¿Por qué?

Chris sonrió irónicamente.

Christopher: Porque me hace pensar en ti. Es completamente impredecible.

Dulce: No es posible que lo digas en serio.

Christopher: Totalmente en serio. Está hechizada. No hay quien la controle. Es más, estoy pensando en comprarme una lancha motora nueva. Quizá también la llame Dulce. ¿Qué te parece?

Dulce: Me parece que estás loco.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora