Capítulo 32

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Dulce se sentía manipulada.
Sabía que no podía trabajar veinticuatro horas al día los siete días de la semana, pero eso no significaba que tuviera que pasar su tiempo libre con Christopher. Había ido allí en calidad de secretaria, a hacer un trabajo y no a confraternizar con el enemigo.

Dulce: No tienes obligación de entretenerme —le dijo secamente.— Puedes hacer lo que quieras. Debes de tener amigos y gente a quien ver.

Ucker esbozó una perezosa sonrisa, una de esas sonrisas que, en el pasado, la hacían arrojarse a sus brazos y deshacerse en ellos, quizá incluso iniciar una sesión de amor. Pero ya no.

Christopher: En este momento, prefiero verte a ti —contestó.— Siempre has sido preciosa, Dulce. Sigues siéndolo.

Dulce: No vas a conseguir nada con halagos —le contestó rápidamente.

Christopher: No son halagos, es la verdad.

Dulce: Eres mi jefe. No deberías hablarme así.

Christopher: También soy tu ex marido. Eso cuenta, ¿no?

Dulce: Tú lo has dicho, ex marido —le recordó.

Chris parecía estar sugiriendo que haber sido su marido le concedía ciertos derechos, quizá incluso el derecho de volver a entablar relaciones sexuales con ella.

¡Pero de eso ni hablar!

Él volvió a sonreír.

Christopher: Me encantas cuando estás enfadada. Le da un brillo especial a tu rostro y te pones muy guapa... Es excitante.

Dul se puso en pie bruscamente.

Dulce: Voy a darme una ducha y a cambiarme de ropa, y preferiría no volver a verte por hoy.

Cuando Dulce llegó a su habitación estaba asustada. Si Christopher pretendía hacer el amor con ella no podría impedírselo. Quizá su lógica luchara contra ello, pero su cuerpo era otra cosa.

Se metió en la ducha y cerró los ojos, esperando que el agua le limpiara aquellos pensamientos. Pero no lo consiguió. Debería haberse dado cuenta de que Chris no iba a conformarse con una relación platónica. Ir allí había sido una equivocación.
Acceder a trabajar para él, dejarlo que pagara sus deudas, había sido una tontería.
Debería haberse dado cuenta de que él querría cobrárselo. ¡Con su cuerpo!
¡Ahí y en ese momento!

Dulce salió de la ducha y se cubrió con una enorme toalla, decidida a que la relación con Christopher fuera impersonal de ahí en adelante.
Cuando salió del cuarto de baño y entró en la habitación, se llevó un susto al ver a Ucker allí.

Dulce: ¿Qué demonios estás haciendo en mi habitación? —preguntó apretándose la toalla con fuerza.— ¿Es que no puedo disfrutar ni de un minuto de intimidad?

Christopher tenía el cabello húmedo, lo que indicaba que él también se había dado una ducha. Pero... ¿por qué estaba en su dormitorio? ¿Qué quería? ¿Qué esperaba obtener?
Sólo podía tratarse de una cosa, y eso le hizo darse cuenta de lo vulnerable que era.
Miró hacia la puerta, preguntándose si tendría cerrojo. Con alivio vio que así era. La próxima vez, echaría la llave.

Christopher: Has tardado mucho. He venido a ver si necesitabas algo.

Dulce: Podrías haber llamado a la puerta.

Christopher: Lo hice. Pero no contestabas.

Dulce: ¿Y eso te da derecho a entrar sin más? —preguntó en tono acusatorio.— ¿Cómo te has atrevido? Puede que tengas ciertos derechos hasta que pague lo que te debo, pero eso no incluye entrar en mi dormitorio a tu antojo. Esta es mi habitación y me gustaría que lo respetaras.

Dul le dio la espalda, esperando que se marchara.
Pero no lo oyó moverse. Había un silencio total. Cuando no pudo soportarlo más, volvió la cabeza.

Chris seguía de pie, inmóvil y sonriente. ¡Maldito hombre!

Dul giró sobre sus talones.

Dulce: ¿Es que no has oído lo que te he dicho?

Christopher: Sí, perfectamente.

Dulce: Entonces, ¿por qué no te vas?

Christopher: Quería saber qué harías si no lo hacía —respondió, aún sonriendo.

Dul montó en cólera.

Dulce: Si fuese un hombre, te echaría a patadas. Pero como no lo soy, espero que tengas la suficiente educación como para marcharte de aquí. Por favor, vete.

Christopher: Naturalmente... ya que me lo has pedido educadamente.

La voz de él estaba llena de sarcasmo; pero, con sorpresa, Dul vio que se encaminaba hacia la puerta. Allí, Chris se volvió.

Christopher: Voy a salir durante un rato, Dulce. Voy a dejarte, tal y como pareces querer. Pero no esperes que sea por mucho tiempo. Espero que los dos tengamos una relación de trabajo muy estrecha.

«¿Y qué más?», se preguntó Dulce.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora