Capítulo 28

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Iba a volver... ¿para qué? ¿Qué hacía la gente en los dormitorios? No tenía intención de quedarse allí para averiguarlo.

Tan pronto como Christopher se marchó, ella bajó al piso inferior y salió a una terraza.

El sol era cálido, alzó el rostro hacia él, se sentó y cerró los ojos.

Aún estaba así cuando Ucker la encontró. No había oído sus pasos, pero notó su presencia.

Chris nunca había sido fácil de ignorar; sin embargo, ahora tenía aún más carisma.

Christopher: ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con voz dura, como si le disgustara que ella no le hubiera esperado en la habitación.

Chris, descalzo, aún estaba cubierto sólo con la toalla.

Dulce: Disfrutando del sol. ¿Te molesta?

Christopher: Creía que te había dicho que...

Dulce: Sé lo que me has dicho —lo interrumpió rápidamente, — Pero... ¿para qué te iba a esperar allí? A menos, por supuesto, que estuvieras tramando algo. Y te aseguro, Christopher, que no me interesa nada de eso.

Christopher: ¿Y qué es «eso» exactamente? —preguntó con los ojos fijos en ella.

Dul alzó la barbilla.

Dulce: No creo que necesite decírtelo. ¿Por qué, si no, ibas a seguir vestido así?

Ucker sonrió y, para horror de Dul, se quitó la toalla.

Dulce sintió un inmenso alivio al ver que, debajo de la toalla, Chris llevaba un bañador negro.

Christopher: ¿Te he enseñado mi piscina? —preguntó con inocencia.

Dul esbozó una fingida sonrisa.

Dulce: No, gracias. Pero ve tú. Yo estoy muy bien aquí.

Christopher: Podrías venir a hacerme compañía.

¿Y torturarse viendo ese maravilloso cuerpo masculino? No.

Dulce: No, estoy bien aquí.

Christopher: Haz lo que quieras —dijo encogiéndose de hombros. — Pero no sabes lo que te pierdes.

Unos minutos más tarde, la curiosidad pudo con ella y siguió el camino que él había tomado.

La piscina se hallaba dentro de un edificio de cristal, en un lateral de la casa, decorado con palmeras y otras plantas exóticas.

Allí, Chris parecía estar castigándose a sí mismo con brazadas rápidas e incesantes.

Cuando Ucker la vio, se le acercó nadando.

Chrstopher: ¿Por qué no te bañas? El agua está muy buena.

A Dul le habría encantado, pero el pudor se lo impidió.

Dulce: No, gracias. Sólo tenía curiosidad por ver esto.

Sin embargo, Ucker tenía otras ideas: salió del agua de un salto y tiró de ella hasta acabar juntos en el agua.

De repente, el cinturón del albornoz se deshizo como por arte de magia y Chris no perdió tiempo en quitárselo.

Lo único que la rodeaba era la cálida agua y los depredadores ojos de Christopher.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora