Capítulo 40

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Después de pasear durante un rato más, volvieron a la casa. Cuando llegaron, vieron que Christopher había regresado.
Anahí, que nunca había podido mantener la boca cerrada, dijo inmediatamente:

Anahí: ¿Ese barco con el nombre de Dulce es tuyo?

Se hizo un breve silencio antes de que él contestara:

Christopher: Sí, es mío.

Any se quedó a cenar con ellos y, después, Chris le pidió a su chófer que la llevara a su hotel.

Una vez que Any se hubo marchado, Ucker dijo:

Christopher: Tu amiga es muy especial.

Dul asintió.

Christopher: Son completamente distintas. Tú eres callada e interesante, ella es habladora y estridente.

Dulce: Somos amigas desde que íbamos al colegio, la conozco de toda la vida. Es muy buena amiga. Nos llevamos muy bien.

Christopher: Lo sé —dijo con voz queda.— Me alegro de que tengas a alguien con quien hablar. ¿Han hablado de mí?

Dulce: Sí, un poco —confesó.

Los ojos de él se animaron.

Christopher: Supongo que algo más que un poco. ¿Cree Anahí que has hecho una tontería viniendo aquí?

Dulce: Any piensa que fue una tontería que te dejara.

Él alzó las cejas.

Christopher: ¿En serio? Pero tú no le hiciste caso, ¿verdad?

Dulce: ¿Por qué iba a hacerlo? Se trataba de mi vida, no de la suya.

Christopher: ¿Y qué piensas ahora?

Estaban sentados en la terraza contemplando el ocaso.
¿Por qué tenían ese tipo de conversaciones mientras contemplaban la puesta de sol?, se preguntó Dul a sí misma.

Dulce: Creo que lo estoy pasando mejor contigo de lo que creía posible —respondió con desgana.

Christopher: ¿Eso es todo, que lo pasas bien conmigo? —entonces, de pronto, Chris le agarró las manos y tiró de ella hacia sí hasta sentarla en su regazo.

Después, le dio un beso en las mejillas.

Christopher: Eres muy inocente. Eso es lo que más me gusta de ti.

Él suspiró y añadió:

Christopher: En fin, has descubierto mi secreto, ¿eh?

Dul frunció el ceño.

Christopher: Mi nuevo barco —aclaró.

Dulce: Ah, sí. Parece un barco precioso.

Christopher: Lo es —dijo con una sonrisa enloquecedora.

Dulce: ¿Por qué no me lo habías dicho?

Christopher: Porque estaba esperando.

Dulce: ¿Esperando? ¿A qué?

Christopher: A que confiaras en mí lo suficiente como para dejarme que te lleve a navegar. Hace bastante que no confiamos mucho el uno en el otro, ¿verdad? Y ahí, en alta mar, no hay escapatoria.

Los preciosos ojos cafes de Dul se agrandaron, pero no dijo nada. Chris tenía razón respecto a la falta de confianza del uno en el otro. Ella aún no confiaba en él.

Christopher: ¿Quieres que vayamos a navegar mañana? ¿Te apetece que pasemos el día entero en el mar?

Dulce: ¿Y el trabajo? No puedo permitir que me pagues por no hacer nada.

Christopher: En ese caso, te lo deduciré del salario —declaró con una traviesa sonrisa.

Dul se preguntó por qué no había sido así Chris durante los primeros meses de su matrimonio. En aquel tiempo, el trabajo era lo que más le importaba. Raras veces se había tomado tiempo libre.

Christopher: Bueno, ¿qué contestas? ¿Pasamos el día navegando o no? —insistió.

Dul asintió sonriente, y Chris la besó. Por supuesto, el beso condujo a otras cosas.
Ucker la tomó en sus brazos y la llevó al piso superior sin romper el contacto visual.

Hicieron el amor durante toda la noche.

••••••••••

¿Qué podía ser mejor que aquello?, pensó Dul tumbada en la cubierta del lujoso barco de Chris en medio del mar.

Se sentía como si estuvieran solos en el mundo. Le resultaba difícil creer que tan sólo unas semanas atrás se hallaba sin un céntimo y en un callejón sin salida.

Christopher: ¡Dul! —dijo desde el timón, interrumpiendo sus pensamientos— ¿Quieres que eche el ancla y que nos demos un baño?

Dulce: Sí, estupendo.

Tenía calor, aunque no sabía si era por el sol o debido a aquel hombre que aún era capaz de hipnotizarla con una mirada.

Se bañaron y juguetearon en el agua, y Chris la hizo desearlo desesperadamente.

Una vez de vuelta en el barco, sus mojados y frescos cuerpos se tornaron ardientes de nuevo. En la habitación principal, Ucker la hizo abandonar el mundo real para llevarla a uno de placeres inconcebibles.

Mientras Christopher la besaba y sometía su cuerpo a una deliciosa tortura, Dul pensó que sus huesos se estaban derritiendo.

Dulce: Tómame, Chris, por favor —suplicó cuando ya no podía soportar más aquel tormento.

Él sonrió misteriosamente.

Christopher: Todo a su tiempo, cariño. Todo a su tiempo.

Nunca los últimos momentos habían sido tan fuertes. Dul nunca había sentido semejante intensidad en un orgasmo. Estaba segura de estallar en mil pedazos.

Y cuando recuperaron el aliento, Chris le preguntó en voz baja:

Christopher: ¿Qué nos está pasando, Dul?

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora