Capítulo 46

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El día de la fiesta Dulce se dedicó a supervisarlo todo y se sintió orgullosa del resultado.

Cuando Dul acabó de arreglarse, Chris la sorprendió dándole una caja de cuero negra con el borde dorado.

Christopher: Ábrela.

Dul contuvo la respiración al ver el collar de perlas y los pendientes haciendo juego.

Dulce: ¡Chris, esto es precioso! —exclamó con voz ronca.— Por favor, ayúdame a ponerme el collar.

Dul le dio la espalda y lo observó por el espejo mientras Ucker le abrochaba el collar. Luego, las manos de él encontraron sus pechos.

Dulce: ¡Chris, por favor, no!

Christopher: ¿No quieres que te toque? —preguntó con fingida indignación mientras acariciaba los pezones de ella con los dedos, despertando su deseo.

Dulce: Sí... tócame... —dijo echando la cabeza hacia atrás.— Pero la fiesta... Los invitados van a llegar en cualquier momento...

Christopher: Al demonio con los invitados —gruñó bajándole los tirantes del vestido.

Entonces, tras hacerla volverse, se apoderó de sus pechos con la boca. ¡Qué dulce placer! ¡Qué tormento!

Dul creyó volverse loca.

Dulce: Para, por favor. Oigo voces...

Con desgana, Chris la dejó.

••••••••••

La fiesta comenzó bien. Christopher le presentó a algunos empleados suyos y a amigos de negocios. Mucha gente, muchos nombres. Pero todo el mundo se mostró muy amable con ella y la felicitaron por su compromiso matrimonial.
Nadie sabía que ya habían estado casados.

Christopher: Eres preciosa —le susurró constantemente al oído. Otras veces, le decía: — Eres increíblemente sensual, ¿lo sabías?

Cuando Dul vio a Chris lanzando repetidas miradas en dirección a la puerta de la verja, cuando lo vio mirarse el reloj, le tocó el brazo.

Dulce: ¿Estás esperando a alguien en particular?

Él sonrió y asintió.

Christopher: A la invitada más importante de la fiesta. A Victoria Alcalá. La mujer que he estado a punto de perder como clienta.

Dulce: Entiendo —dijo, y ella también miró en dirección a la entrada.

Cuando esa mujer llegó por fin, Dulce contuvo la respiración. Era una dama de belleza espectacular. Era casi tan alta como Christopher y de regia elegancia, llevaba un vestido color esmeralda que resaltaba su exquisita figura.

¡Y ya la había visto en otra ocasión!

Christopher: Dulce, quiero presentarte a Victoria Alcalá —dijo con orgullo.— Mi mejor y más valiosa clienta.

Y, mirando a Victoria, añadió:

Christopher: Esta es Dulce, mi prometida. La chica más bonita del mundo.

Victoria: ¿Tu prometida? —arqueó una ceja perfecta.— No sabía que tenías novia.

Victoria parecía desagradablemente sorprendida, y Dulce sabía por qué.
Esa mujer deseaba a Christopher.

Dul no pudo evitar un doloroso ataque de celos. Victoria era española de la cabeza a los pies: extremadamente bella, con hermosos ojos castaños sumamente expresivos.

Victoria: Vamos —dijo a Chris agarrándose de su brazo.— Ofréceme una copa.

Y lo separó de ella, dejando atrás únicamente el leve rastro de su perfume.

¡Y no era la primera vez que lo había olido!

Después de bailar y comer, y sin haber conseguido ver a Christopher en un buen rato, Dulce encontró una silla y se sentó con una copa de vino.

Fue entonces cuando recordó dónde había olido ese perfume.

Recordó la escena con sorprendente claridad: una noche, al poco de estar casados, Chris había vuelto a casa muy tarde y olía a perfume de mujer.

¡Ese perfume!

Por supuesto, podía tratarse de una coincidencia, debía de haber millones de mujeres en todo el mundo que usaban ese perfume. Sin embargo, ella no creía que fuera una coincidencia.

Victoria había estado en Inglaterra... ¡Christopher había estado con ella allí!

Y cuando Ucker se reunió con ella en el jardín oliendo a ese perfume otra vez, los celos ya se habían clavado en el corazón de Dulce.

En ese momento, también vio a Victoria cruzando el jardín con aire de satisfacción.

Christopher: Cariño, ¿qué te pasa? Estás muy pálida —le agarró la barbilla y le volvió el rostro hacia él.

Dulce: No es nada. Tengo un ligero dolor de cabeza —mintió.

Christopher: Has trabajado demasiado preparando la fiesta. Deberías haberme dejado contratar a alguien para que lo hiciera. Sabía que era demasiado trabajo para ti.

Dulce: Creo que voy a tomarme una pastilla y a tumbarme un rato.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora