Capítulo 3

1.9K 145 4
                                    

Dulce había encontrado trabajo en una de las agencias de publicidad de Christopher.

Todas las mujeres que trabajaban allí estaban enamoradas del jefe, con su cabello castaño, ojos cafés y aspecto de estrella de cine.

A su atractivo se añadía el hecho de que él no estaba pagado de sí mismo ni era presumido.

Un día, en el trabajo, a Dulce se le cayó una carpeta con unos papeles, él la había ayudado a recogerlos y, cuando sus miradas se encontraron momentáneamente, ella sintió algo sorprendente e inesperado. Un par de días más tarde. Chris la invitó a salir con él.

A esa cita había seguido otra y otra; al final, una proposición matrimonial.
Y tres meses más tarde, justo después de que ella cumpliera los diecinueve años, se casaron.

Había sido una boda sencilla en su iglesia local. Fue un día precioso de principio a fin, el mejor día de su vida.

En su estado de enamoramiento. Dulce se había olvidado de la promesa que se había hecho a sí misma de no casarse nunca, de no fiarse nunca del sexo opuesto. Aquél era el hombre de su vida.

Christopher jamás la abandonaría, como su padre le había hecho a su madre.

En el trabajo, todo el mundo había hablado de lo mismo: amor a primera vista y matrimonio. Sus compañeras de trabajo estaban muertas de envidia...

Christopher: Bueno, ¿qué es lo que te ha hecho perder tanto peso? —la voz de él la sacó de su ensimismamiento.

Dulce: Dudo que te interese —respondió alzando la barbilla.

Christopher: Me interesa — inclinó la cabeza hacia ella.

Dulce: Yo no te debo nada —dijo con firmeza.— Y me gustaría que me dejaras sola, quiero disfrutar de la fiesta.

Christopher no tenía intención de separarse de Dulce.

Al verla entrar en el salón de fiestas, casi no había podido dar crédito a lo que veía. Había creído que nunca volvería a verla.

Tres años atrás, le había cautivado su joven inocencia, su encantador rostro angelical y sus labios. Había sido incapaz de dejar de pensar en ella y, cuando Dulce aceptó su proposición matrimonial, lo hizo el hombre más feliz del mundo.

No se le había ocurrido pensar que ella no estuviera preparada para el matrimonio, que los celos y las dudas pudieran hacer que su relación se destruyera. Lo único que sabía entonces era que la quería y que deseaba pasar el resto de su vida con ella.

Él había insistido, y conseguido, que Dul dejara su trabajo y se fuera a vivir con él al centro de la ciudad.

Unos meses después, se habían trasladado a una preciosa casa en Surrey y allí había pasado los mejores momentos de su vida.

Por eso, cuando Dulce, justo después del primer aniversario de su boda, lo dejó, se hundió.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora