Capítulo 44

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Dulce le abrió los labios y Christopher sintió los latidos de su corazón. Ninguno dijo nada. Ninguno quería estropear lo que iba a ocurrir.

Chris la abrazó con fuerza y apretó la boca contra la de ella. Después, se apartó de Dul y comenzó a desnudarse con indecente rapidez, sin dejar de mirarla. Lo único que Dulce llevaba era un diminuto camisón del que él la despojó con enfebrecidas manos.

Ella se limitó a observarlo con ojos que mostraban un deseo desesperado, igual que el suyo. ¿Cómo podía dejarla marchar? Dul era hermosa y tentadora.

Chris rechazó el sentimiento de culpabilidad que le causaba no haber estado con ella cuando abortó de forma natural. Los últimos días no había dejado de pensar en ello, atormentándose a sí mismo.

Había querido volver a casa y consolar a Dul, pero no lo había hecho porque, además de la culpabilidad, la cólera que le producía que ella no se lo hubiera dicho antes se lo había impedido.
Incluso en ese momento, mezclado con su deseo, tenía ganas de estrangularla.
Pero eso pasó inmediatamente.

Saboreó la boca de Dulce y el resto de su dulce cuerpo. La sintió temblar con sus caricias. Se tocaron y se excitaron hasta que ninguno de los dos pudo seguir conteniéndose.

Y cuando ocurrió, cuando Dul alcanzó el clímax al mismo tiempo que él, fue como un estallido de fuegos artificiales.

Y, en ese momento, Chris comprendió que no quería dejarla marchar. ¡Nunca!
Daba igual el daño que Dulce pudiera causarle. La necesitaba y la deseaba.

Dul no sólo le atraía en el aspecto físico, sino en todos los sentidos. Era su compañera espiritual. Estaban hechos el uno para el otro. Se habían separado y se habían vuelto a encontrar.

Christopher quería que pasaran juntos el resto de sus vidas.
Poco a poco, recuperaron la respiración y sus cuerpos se relajaron.

Él se volvió de cara a ella y le acarició los labios con las yemas de los dedos, sintiéndola temblar. De repente, se dio cuenta de lo que Dulce estaba pensando.

Christopher: No voy a permitir que me dejes, Dulce. Esta vez no cometeré el mismo error de dejarte marchar y quedarme como un idiota sin hacer nada. —dijo con voz suave.

Dulce: Bebé, ya no tengo la intención de marcharme, mi lugar es aquí, contigo, a tu lado, siempre, pero... ¿Cómo sabías que pensaba marcharme?

Christopher: Los ordenadores dejan rastros. Deberías haberlo tenido en cuenta.

Dulce: ¿Has estado ahí arriba sin yo saberlo? —dijo frunciendo el ceño.

Chris asintió.

Christopher: ¿Me lo ibas a decir?

Dulce: No —respondió en tono de disculpa.

Christopher: En ese caso, me alegro de haberlo descubierto.

Dulce: ¿Habrías ido a buscarme?

Christopher: No lo creo, estaba de un humor de perros —confesó.

Dulce: En ese caso, ¿habría sido el final respecto a nosotros?

Christopher: Supongo —contestó antes de estrecharla en sus brazos.— Pero la vida habría perdido el sentido para mí, Dul. Me habría vuelto loco.

Dulce: Me alegro de que hayas venido —susurró.

Christopher: Nena, ¿qué vamos a hacer ahora?

Dul esbozó una tímida sonrisa.

Dulce: Me gustaría...Es decir, si no tienes nada en contra, me gustaría seguir con nuestra aventura amorosa, seguir siendo tu amante.

Aunque Dulce quería confesarle que ya no podía tener hijos, no le pareció el momento de decírselo. Eso sería realmente el fin de su relación. Si lograra que Chris volviera a enamorarse de ella, enamorarse de verdad, quizá su amor fuera lo suficientemente fuerte como para superar la desilusión.

Dulce: Ahora me doy cuenta de que he sido una egoísta —dijo en tono de disculpa.— Sólo estaba pensando en mí misma. Perdóname. Sé que el trabajo es muy importante para ti y te prometo que no volveré a quejarme.

Él continuó abrazándola y así pasaron el resto de la noche, hasta el amanecer.

••••••••••

Chris no se apresuró para ir al trabajo y, mientras desayunaban en la terraza, Dul le preguntó:

Dulce: ¿Has solucionado por fin ese problema en el trabajo?

Christopher: Casi. Voy a tener una reunión con mi cliente hoy a última hora de la mañana. Entonces sabré si está resuelto o no.

Dulce: Te deseo suerte —declaró sumamente contenta.

Christopher: ¿Quieres venir conmigo? Al fin y al cabo, eres mi secretaria.

¿Lo era? A Dul casi se le había olvidado. Chris no le había explicado la situación.

Dulce: Creo que deberías ir solo.

Christopher: ¿Y qué vas a hacer mientras yo estoy fuera? Si se soluciona todo, voy a tener que cenar con mi cliente y volveré tarde esta noche.

Dulce: Lo comprendo.

Christopher: ¿Y no te importa?

Dulce: No, porque ahora sé lo que estás haciendo. Antes me importaba porque, cuando pasabas mucho tiempo fuera, no sabía si estabas trabajando o con otra mujer —al decir esas palabras, Dul recordó a la hermosa mujer que había visto en la oficina de él.

Pero no permitió que eso le preocupara. Chris acababa de convencerla de que era a ella a quien quería.

Christopher, sonriendo maliciosamente, se levantó de la silla y tiró de ella para levantarla y abrazarla.

Christophee: ¡Estabas celosa, cariño! ¿Cómo se te ocurrió pensar que podía haber otra? No obstante, tengo clientes femeninas. ¿No vas a tener celos de ellas?

Dul se puso de puntillas y lo besó.

Dulce: Calentaré la cama para cuando vengas —le prometió.— A la hora que quieras.

Christopher: Si la cita no fuera tan importante, te llevaría ahora mismo a la cama otra vez. Jamás me saciaré de ti, Dul. ¿Me crees?

La intensidad de la voz de Christopher la hizo desear a ella también volver a la cama.

Y cuando por fin Chris se marchó, ella se sentía completamente feliz

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora