El coche de Christopher era negro y lujoso, olía a cuero y a colonia. Cuando Dul tomó asiento al lado de él, se sorprendió de lo lejos que había llegado él durante los últimos tres años.
Dulce: ¿Te has vuelto a casar? —le preguntó sin rodeos.
No le había visto un anillo en el dedo y tampoco le había visto acompañado de una mujer en la fiesta.
Christopher: No he tenido tiempo —respondió sonriendo ligeramente.
Dulce: Te has casado con el dinero, ¿verdad? —sugirió.
Christopher: No soy esclavo del dinero, si es eso lo que insinúas. Admito que me gusta el éxito profesional y me gusta ser capaz de hacer lo que quiera e ir a cualquier parte que se me antoje, pero eso no es lo único que me importa en la vida.
Dulce: Entonces, ¿por qué no te has vuelto a casar? —insistió, volviendo la cabeza para mirarlo.— No creo que se deba a que te falten mujeres.
Christopher: No, claro que no. Tengo para elegir las que quiera, eso les ocurre a los hombres con dinero, pero no vale la pena. Hace unos años aprendí una dura lección.
Dulce: ¿Insinúas que yo me arrojé a tus brazos? —inquirió con indignación.
Christopher: ¿Me vas a decir que no tiraste al suelo aquellos papeles intencionadamente? Vamos, Dulce, es el truco más viejo que existe. Por supuesto, en su momento no me di cuenta, pero...
Chris se encogió de hombros y dejó sin terminar la frase.
Dulce: ¿Te habría dejado si me hubiera casado contigo por dinero? —preguntó mirándolo con gesto interrogante.— No, Christopher, de ninguna manera. Has dicho una tontería.
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Dulce sintió un gran alivio cuando él detuvo el coche delante de su casa.
Era una modesta propiedad de dos pisos, pero cómoda. A su madre siempre le había gustado su casa.
Dulce: Gracias por traerme —dijo abriendo la puerta del coche inmediatamente.— No olvides decirle a Any que he vuelto a casa, por favor.
Christopher: Estoy seguro de que Anahí ha ido a la fiesta con su móvil, será mejor que la llames tú misma —dijo secamente antes de salir del coche y seguirla hasta la puerta de la casa.
Dulce: No es necesario que esperes a que entre —dijo con súbito pánico.
Christopher: Un caballero no puede dejar que una dama entre sola en una casa en la que no hay nadie.
Dulce introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta unos centímetros; pero antes de darle tiempo a decirle que ya se podía marchar, él empujó la puerta hasta abrirla de par en par con una mano, la otra la utilizó para empujarla a ella suavemente hacia el interior.
Dulce: No es necesario que entres —insistió.— Como ves, todo está bien. Vuelve a la fiesta.
Pero Ucker parecía tener otras ideas. Su sonrisa era cruel.
Christopher: Tenemos que hablar. ¿Tienes idea de cómo me sentí cuando me dejaste?
Dulce: No quiero hablar de eso —los ojos cafés de ella echaron chispas.— No tenemos nada que decirnos el uno al otro. Gracias por traerme a casa, pero ahora quiero que te vayas.
Christopher: ¿Me vas a echar? — se cruzó de brazos y la miró con expresión desafiante.
Ese hombre era viril e indómito, pensó Dul, consciente de estar librando una batalla que iba a perder.
Por fin, Dulce lanzó un suspiro de desesperación.
Dulce: Estás perdiendo el tiempo. Sabes perfectamente por qué te dejé. Sería repetir una discusión que ya tuvimos en su momento.
Christopher: En ese caso, volveremos a tenerla —respondió simplemente.
La puerta de entrada no daba a un pasillo, sino directamente a un cuarto de estar amueblado con piezas antiguas. Era pequeño, pero aún parecía más pequeño con Chris allí.
Dulce: Siéntate si quieres —dijo débilmente.— Voy a hacer un café.
Dul necesitaba unos momentos a solas.
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Bajo Su Hechizo
AcakQuería que fuera su secretaria durante el día... y su amante de noche. Cuando Dulce María volvió a ver a su marido tres años después de abandonarlo, su primer instinto fue huir. Christopher Uckermann no volvería a hacerla sufrir. Chris buscaba ven...