Capítulo 19

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Dulce se despertó a las seis de la mañana, preocupada ante la perspectiva de ver a Chris.

Se dio una ducha, pero no desayunó, consciente de que no podía tragar nada. Se limitó a beber una taza tras otra de café.

Y cuando él llegó a las ocho en punto, ella estaba lista. Se encontraba comprensiblemente nerviosa. Y al verlo, delante de la puerta de su casa enfundado en un traje oscuro y camisa azul clara, con aspecto peligroso, le entraron ganas de darle con la puerta en las narices.

Quería huir de él, alejarse tanto como le fuera posible.

Christopher: Bien, estás preparada —dijo paseando la mirada por la chaqueta gris marengo y una falda adecuada para las circunstancias.— Y tu atuendo es muy apropiado. Vámonos.

Chris había trasladado sus oficinas al otro extremo de Londres y ahora se hallaban en un edificio nuevo.

Era una empresa grande e impresionante y parecía tener muchos empleados nuevos, pensó ella con alivio.

Había temido encontrarse con algún empleado antiguo.

Maite, la secretaria de Chris, era una mujer muy simpática y mayor de lo que Dulce había pensado, de unos treinta años, y aquél iba a ser su primer hijo.

Estaba entusiasmada con la idea de ser madre y no podía dejar de hablar de ello, pero también se tomó el tiempo necesario para explicarle el nuevo trabajo.

Maite: Christopher es un jefe maravilloso. No vas a tener ningún problema con él. Tiene fama de ser un donjuán, pero no lo creas ni por un momento. Conmigo siempre se ha comportado como un perfecto caballero.

Dul no dijo nada.

Maite: Dime, ¿dónde te ha encontrado? Ha preguntado en todas las agencias y no ha encontrado nadie que le gustara.

Dulce: Me temo que tú lo hayas malacostumbrado. Dime otra vez dónde van estos archivos.

Dul había logrado desviar la pregunta y se alegró.

De camino a la oficina, Chris le había dicho que ya había arreglado las cosas con el casero.

Christopher: No es un hombre muy agradable —le había comentado.— Deberías irte de esa casa.

Sin embargo, durante el resto del día, Dul apenas lo vio.

Maite: Es un hombre muy ocupado —dijo con admiración.— Voy a echarle de menos.

Dulce: Pero vas a volver, ¿no? —preguntó frunciendo el ceño.

Maite: Eso es lo que le he dicho, Dulce, pero sé que no voy a ser capaz de dejar en manos de nadie a mi hijo después de que nazca. Llevo siglos esperando esto y quiero disfrutarlo por entero.

Dul sintió una punzada de envidia al pensar en el bebé que ella había perdido y le resultó difícil dejar de pensar en ello.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora