Dulce sentía emociones contradictorias durante el trayecto a la oficina el lunes por la mañana. Había pasado el domingo entero preguntándose si no se había puesto en ridículo, si no le había dado a Christopher el poder de perturbarla.
Realmente, le preocupaba que Ucker pudiera afectarle de esa manera. ¿Se estaba comportando como una tonta o era una reacción normal, tratándose de alguien tan atractivo como él? ¿A pesar de que él la había decepcionado? No obstante, si era sincera consigo misma, debía reconocer que ella también había decepcionado a Christopher.El lunes y el martes transcurrieron sin incidentes. Maite ya había dejado la empresa para tener a su hijo y Ucker la mantenía muy ocupada con el trabajo.
Sin embargo, Dulce pronto descubrió que todo lo que Ucker había hecho por ella tenía un precio. Y era un precio mucho más alto de lo que había imaginado.Dulce: No es posible que hables en serio —dijo mirando a Chris con incredulidad.
Christopher: Claro que hablo en serio.
Dulce: ¿Esperas que me vaya contigo al extranjero?
Christopher: Por supuesto. Es parte de tu trabajo.
Dulce: Eso no me lo dijiste cuando me ofreciste este empleo.
Ucker sonrió traviesamente.
Christopher: Si te lo hubiera dicho, ¿lo habrías aceptado?
Dul sacudió la cabeza.
Dulce: Jamás.
Christopher: ¿Lo ves? Te he hecho un favor. Ya no tienes deudas, estás trabajando y vas a pasar el invierno en un clima cálido. ¿Qué más puedes pedir?
Ella cerró los ojos y volvió a sacudir la cabeza.
Dulce: Nada. Pero no quiero ir a España.
Era una sugerencia ridícula. Sabía que Ucker tenía negocios en el continente, pero no se le había ocurrido pensar que también tuviera una casa allí. Lo había mantenido en secreto.
¡Y Maite tampoco le había dicho nada al respecto!
Christopher: No tienes opción, Dulce —dijo en tono repentinamente serio.— Nos marchamos este fin de semana. ¿Tienes el pasaporte al día?
Ella asintió con desgana.
Dulce: ¿Dónde voy a vivir? —preguntó con voz débil.
Christopher: Vas a vivir conmigo, por supuesto. Pero no te preocupes, es una casa grande y tendrás tus propias habitaciones.
Y, en lo que a Ucker se refería, la cuestión quedó zanjada.
Durante el resto de la semana Dul se torturó a sí misma pensando que iba a vivir con su ex marido otra vez. No tendría escapatoria. Sin embargo, ¿qué alternativa le quedaba?Cuando llegó el sábado por la mañana, Dulce estaba hecha un manojo de nervios. Y, durante el vuelo en un avión privado, recibió la primera noticia desastrosa:
Christopher: Le he dicho a tu casero que dejas la casa —anunció mientras le ofrecía una copa de vino.— Le he pagado un mes de alquiler y ya está.
Dulce: ¿Que has hecho qué? —preguntó alzando la voz.— ¿Cómo te has atrevido a hacer semejante cosa? Era mi casa. Todo lo que tengo está allí. ¡No puedes hacer eso!
Christopher: ¿Prefieres pagar seis meses de alquiler a un usurero sin utilizar la casa siquiera? —preguntó en tono seco.— Además, no es de fiar, podría pasar cualquier cosa estando tú fuera durante seis meses. Tu casero no es un hombre de fiar.
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Bajo Su Hechizo
AcakQuería que fuera su secretaria durante el día... y su amante de noche. Cuando Dulce María volvió a ver a su marido tres años después de abandonarlo, su primer instinto fue huir. Christopher Uckermann no volvería a hacerla sufrir. Chris buscaba ven...