Capítulo 33

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No consiguió tranquilizarse hasta que él se marchó. Entonces, se dejó caer en la cama y se quedó mirando al techo.

Por fin, Dulce se vistió y se fue a examinar la casa, habitación por habitación. Después, salió afuera y se paseó por el jardín, en el que encontró una pista de tenis, una piscina y un jacuzzi.
Diferentes caminos conducían a diferentes zonas ajardinadas a distintos niveles. El conjunto era muy harmonioso, colorido y lo opuesto al interior de la casa.

Disfrutó del paseo y la tranquilidad del lugar; pero, en cierta manera, se alegró cuando Christopher volvió porque, sin él, se había sentido sola. El ama de llaves era extremadamente educada, pero casi no hablaba inglés y parecía esperar que ella se entretuviera sola.
Dulce había supuesto que cenarían en el comedor, en aquella mesa con sitio para doce personas; sin embargo, les sirvieron la cena en la terraza.

En otras circunstancias, le habría parecido un lugar sumamente romántico, pero ella no estaba de humor para eso. Se encontraba tensa y ni la belleza del lugar ni las atenciones de Chris la aliviaron.
No obstante, el pollo asado acompañado de pimientos verdes, cebollas, tomates y calabacines estaba exquisito.

Dulce: La cena estaba exquisita. Felicita a la cocinera de mi parte.

A pesar de aquellas palabras, Dulce rechazó el postre.

Dulce: No me cabe nada más —admitió.

Después, se acomodaron y contemplaron el mar, sin hablar.
Hasta que Ucker, de repente, dijo:

Christopher: Mañana vamos a Sevilla. Te enseñaré la oficina de allí. Y luego puede que te lleve a dar un paseo por la ciudad.

Dulce: Si insistes... —respondió con voz queda.— En fin, estoy algo cansada. Voy a retirarme.

Pero antes de que le diera tiempo a levantarse de la silla, Chris le cubrió la mano con la suya.

Christopher: No vas a escaparte, Dulce. No voy a comerte, a pesar de lo que tú creas. La noche es joven, ¿por qué no vamos a dar un paseo por la playa?

Dulce: No, gracias —respondió de inmediato.— Estoy cansada.

Christopher: ¿Cansada? ¿No será que tienes miedo? —preguntó con una nota de impaciencia en la voz.

Ella echó la cabeza hacia atrás.

Dulce: Quizá las dos cosas. Además, tampoco quiero pasar más tiempo del que sea absolutamente necesario en compañía tuya.

Christopher: ¿Por qué?

Dul no sabía cómo responder. Porque él le enturbiaba el sentido, ésa era la verdad. Porque estaba empezando a preocuparle el tiempo que iban a pasar juntos. Si sólo trabajaba con él, no habría problema. Sin embargo, el tiempo de ocio... ¿cómo podía ignorar la sensualidad de ese hombre?

Dulce: Porque... tenemos un pasado juntos —respondió por fin.

Christopher: ¿Y eso es un problema?

Dulce: Me resulta difícil pensar en ti sólo como mi jefe.

Christopher: No tienes por qué hacerlo —respondió con el ceño fruncido.— Somos más que eso, ¿no? Todavía podemos ser amigos, íntimos amigos. Eso es lo que me gustaría.

Dulce: ¿Nada más que amigos?

Christopher: Si eso es lo que quieres...

Dulce: Lo es —declaró con firmeza.

Christopher: En ese caso, como amiga, ¿quieres acompañarme a la playa?

Dulce: ¿Podemos salir a la playa desde aquí? —preguntó, sorprendida de haber accedido.

Suponía que tenía que confiar en él; de lo contrario, la situación acabaría siendo infernal.

Christopher: Bueno, hay que dar un buen paseo para llegar a la playa, pero vale la pena.

Y fueron a la playa, recorriendo un camino serpenteante y lleno de piedras, por lo que Dul tuvo que mirar todo el tiempo por dónde pisaba.
Por fin, llegaron a la playa y, una vez allí, Dulce se despojó de las sandalias y corrió por la arena como una niña el primer día de vacaciones.

A uno de los lados había un puerto repleto de caras y lujosas embarcaciones; al otro lado, las colinas se levantaban salpicadas de árboles, quizá olivos, y tejados de teja sugerían más casas de ensueño diseminadas por los campos.
Cuando los brazos de Ucker le rodearon la cintura por la espalda, ella lanzó un grito ahogado.

Dulce: ¿Qué carajos haces? —preguntó enfadada.

Christopher: Eres muy difícil de resistir, ¿lo sabías? —dijo en un tono ronco y sugerente que la hizo estremecerse de los pies a la cabeza.— Y, por primera vez, se te ve completamente relajada.

Dulce: Lo estaba hasta ahora. Creía que habíamos dejado claro que sólo amigos.

Christopher: Una mujer puede cambiar de idea cuando quiera —le recordó.

Dulce: Yo no —declaró con firmeza, intentando luchar contra las emociones que su sexy ex marido despertaba en ella y que amenazaban con hacerla enloquecer.

Chris le había hecho volver el rostro hacia el de él y tenía los ojos clavados en los suyos.

El temor la hizo temblar.

Christopher: Tienes frío —dijo al instante, y la estrechó contra sí.

Dul se vio presa del pánico.

No obstante, no podía negar la exaltación que le producía la proximidad del cuerpo de Chris al suyo.

Dulce: Suéltame —protestó con voz estridente.

Pero Uckermann tenía otras ideas.

Christopher: No puedes decirme que no sientes nada. Lo veo en tus ojos, lo siento en el calor de tu piel y en el pulso de tu garganta.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora