Capítulo 45

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Aunque Christopher regresó tarde, a Dulce no le importó porque él la compensó con creces. Se durmieron abrazados y, a la mañana siguiente, Chris la despertó.

Christopher: Soy un perfecto imbécil.

Dulce: ¿Qué pasa? —preguntó al tiempo que se sentaba en la cama y se lo quedaba mirando.— ¿Qué has hecho?

Christopher: Me dijiste que casi perdiste la vida y yo, tan enfadado estaba por eso de no decirme lo del embarazo que ni siquiera te pregunté qué te pasó. ¿Cómo he podido hacer eso? ¿Qué habrás pensado de mí?

Chris se veía tan preocupado y disgustado consigo mismo que Dul no pudo evitar lanzar una carcajada.

Dulce: No te preocupes.

Christopher: Claro que me preocupo. No puedo creer que lo haya ignorado. Dime qué pasó.

Dulce: Fui al hospital porque tenía dolores de vientre, sabía que algo andaba mal. Luego, sólo recuerdo que el médico me dijo que, además de perder el feto, casi había perdido mi propia vida.

Christopher: ¿Estabas sola? ¿No había nadie contigo?

Dulce: No, nadie —admitió con voz ronca.— El médico me preguntó si quería que llamara a mi marido, pero yo le dije que tú estabas en Londres.

Él lanzó una maldición.

Christopher: ¿Creías que yo no habría ido? Dul, ¿cómo pudiste pensar eso? Lo habría dejado todo por ir allí, de ser necesario hubiera cruzado cielo, mar y tierra por estar contigo.

Dulce: No lo sabía —respondió en voz baja.— Vamos, no pensemos más en ello.

Christopher: Dime, ¿qué es lo que te pasó?

Dulce: No lo sé. Lo único que sé es que nunca he tenido un dolor tan intenso en mi vida. Además... hay otra cosa —dijo, consciente de que aquél era el momento perfecto para contarle que ya no podría tener hijos.

Pero el sonido del teléfono la interrumpió.

Después de haber colgado, Chris dijo con pesar:

Christopher: Tengo que marcharme. Me necesitan en la oficina. Lo siento.

Dulce: Claro, no te preocupes. Ve con cuidado, cariño.

••••••••••

Después de que él se marchara, Dul bajó a la playa, caminó hasta el muelle y se acercó a la magnífica embarcación de Chris.

Dulce II.

Sonrió. Al instante, rememoró los momentos de amor que habían compartido allí.

Sintió la tentación de subirse al barco para sentarse en la cubierta, pero luego pensó que sería demasiado sentimental.
—Vaya, estás aquí.

Dul se volvió y vio a Chris.
Al instante, una intensa alegría se apoderó de ella.

Christopher: Te estaba buscando. Quiero darte la buena noticia. He vuelto a ganarme al cliente y vamos a celebrarlo. Tengo que dar una fiesta en la casa y tú, cariño, vas a ser la hermosa anfitriona.

Ucker guardó silencio unos segundos, la miró intensamente a los ojos y luego añadió:

Christopher: ¿Aceptarías llevar puesto esto?

Tan pronto como Dulce vio a Christopher deslizarle un anillo en el dedo, lanzó un grito.
Era el brillante más grande que había visto en su vida y se le ajustaba al dedo perfectamente.

Dulce: Es precioso, Chris. Pero...

Christopher: Nada de peros.

Sin embargo, había uno. ¿Cómo podía acceder a casarse con él sin haberle confesado algo de suma importancia?

Le pesó no habérselo dicho antes.

Aunque, de haberlo hecho, Chris no le estaría proponiendo casarse con él una segunda vez.

No obstante, tenía que decírselo. ¡Ya!

Dulce: Chris, yo...

Christopher: ¿Vas a decirme que no quieres casarte conmigo? —preguntó clavando los ojos en los suyos.

Dulce: No, claro que no. Es sólo que tengo que...

Christopher: En ese caso, lo que sea puede esperar. Hoy es un día muy especial y no quiero que nada lo estropee.

Y cuando Ucker la besó, Dul se permitió ignorar sus temores de momento. Esperaría hasta después de la fiesta.

Dulce insistió en organizaría. Hizo que pusieran lámparas chinas en los árboles del jardín, contrató una banda de música e hizo que levantaran una pista de baile en el jardín.

Pasó la mañana entera hablando por teléfono para contratar mesas, comida, bebida... y todo lo necesario. La terraza quedó completamente transformada e incluso hizo que el jardinero la ayudara a vaciar una de las habitaciones por si llovía.

Christopher: Esto no es Inglaterra —le recordó.— Aquí uno puede fiarse del tiempo. Además, el informe meteorológico ha dicho que el tiempo va a seguir perfecto.

Entonces, Chris la llevó a comprar un vestido para la fiesta.

Christopher: Debería haber pensado en eso antes —dijo cuando ella le dijo que no tenía nada que ponerse.— Te compraré todos los vestidos que quieras.

Pero Dul sólo quería uno, el que iba a llevar en la fiesta. Lo encontraron en una boutique de ropa de diseño.

Christopher: Perfecto. Estás de ensueño, cariño. Vas a dejar a todo el mundo sin respiración. Lástima que tu corazón ya tiene dueño, y soy yo.

Era un vestido negro sencillo... pero atrevido. Tanto el escote como la espalda estaban cortados en pico muy bajo y los finos tirantes eran de perlas negras. La falda, de media pierna, tenía el borde en forma de pétalos de flor decorados también con perlas.

Costaba una fortuna.

Dul no quería comprarlo, pero Chris insistió. Y no fue el único vestido que le compró, sino un vestuario completo.

Dulce: Me mimas demasiado —dijo ella haciendo una mueca.

Christopher: Te lo mereces. Quiero ofrecerte el mundo entero. Quiero compensarte por todo lo que nos ha pasado.

Dulce: El dinero no lo conseguirá —declaró, y una sombra cruzó su mirada.— Sólo te quiero a ti, bebé. Nada más.

Chris lanzó un gruñido y la abrazó en medio de la tienda.

Christopher: Eres una mujer increíble. Fui un estúpido al dejarte marchar.

Y ella fue más estúpida por pensar que todo iba a ir bien.

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora