Capítulo 11

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Hizo un esfuerzo por deshacerse de esos pensamientos y de los sentimientos que ver a Chris despertaba en ella.

Dulce: Eres tú quien debería haber cancelado la cita —dijo fríamente.— La verdad es que no sé por qué quieres salir conmigo. Hablar no va a servir de nada. Los dos llevamos vidas muy diferentes, no tenemos nada que ver el uno con el otro. No tenemos nada en común.

Christopher: No soy de la misma opinión.

Una amplia sonrisa se dibujó en el atractivo rostro de Chris, descubriendo una preciosa y blanca dentadura. ¿Por qué ese hombre era todo perfección?

Christopher: Tenemos en común un matrimonio —añadió.

Dul lo miró a los ojos con escepticismo.

Dulce: ¿Fue un verdadero matrimonio alguna vez? Y hablando de otra cosa, ¿a dónde vamos a ir?

Christopher: Quizá a comer en el campo, en alguna parte.

Dulce se fijó en los bonitos pantalones de lino de Ucker y en su cara camisa.

Dulce: ¿A comer al campo? —preguntó con incredulidad, arqueando las cejas.

Christopher: ¿Se te ocurre una idea mejor?

Se le ocurría decirle que se marchara y la dejara en paz. ¿Serviría de algo? Lo dudaba.

Dulce: No —respondió con brusquedad.

Christopher: Lo que necesitamos es ir a un sitio tranquilo donde nadie nos moleste. Y como no pareces entusiasmada con la idea de comer en el campo, puede que lo mejor sea que te lleve a mi casa. Podemos comer en el jardín, en el césped. O quizá prefieras ir a comer a un restaurante... después de que hayamos hablado.

Dulce sabía que no tenía elección. No debería haberle dado esa oportunidad. En cualquier caso, se encontraba en una ridícula situación.

Dulce: Podríamos hablar aquí y así, después de hablar, podría echarte —declaró apretando los labios y echando chispas por los ojos.

Christopher: No, necesitamos más espacio —declaró con firmeza.

Dulce: ¿Por si acaso te tiro algo a la cabeza?

Chris sonrió.

Christopher: Puede ser.

Al final, se cumplieron los deseos de Ucker y fueron a su casa a las afueras de Londres. Era una mansión.

Dul abrió mucho los ojos al verla.

Dulce: No se puede negar que te ha ido muy bien.

Una verja rodeaba la casa. Después de cruzar la puerta de la verja, condujo el coche por un camino a través de un campo de césped que bajaba hasta el Támesis, donde había un barco anclado a un pequeño muelle de madera.

Christopher: Como creo que ya te he dicho, mi negocio marcha muy bien. Mejor de lo que esperaba.

Dulce: ¿Sigues trabajando tanto? —preguntó en tono de desafío.— ¿Para qué necesitas una casa tan grande viviendo solo?

¿Le estaba preguntando si había alguna mujer en su vida?

Christopher: Porque doy bastantes fiestas. Además, aquí hacemos reuniones de trabajo que duran todo el fin de semana. Es mejor que contratar salas de conferencias en otros sitios. Algunas de las personas que trabajan para mí, y que me son muy fieles, se encargan de organizarlo todo y están pendientes de todo lo que necesito.

Dul arqueó las cejas.
Chris era rico, muy rico.
Sin embargo, ella no tenía un céntimo. ¿Le pesaba no formar parte de aquel imperio? ¿O se alegraba? ¿Le habría gustado estar rodeada de tanto lujo? ¿Qué habría pasado si no le hubiera dejado tres años atrás?

Bajo Su HechizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora