La chica Cosmo

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–Adiós mamá, te extrañaré– y por fin estaba sola, si era cierto que la extrañaría, también a mi padre pero en realidad estaba esperando esto desde hacía ya mucho tiempo, mi tan ansiada libertad, estaba tan extasiada que podía golpearme y no sentir dolor.

–No hagas que quiera venir por ti– luego de esto me abrazó, no lloró, no fue un gran drama pero si un buen abrazo, luego solo se fue con el resto de pasajeros hasta el puente de abordaje, el señor papá de Dante estaba incluso más conmocionado que ambas, era tierno, aunque extraño.

–Sera mejor que nos vayamos, ¿Quieres desayunar o algo Bri?– asentí a la amable propuesta del moreno, sentí que de alguna forma debía hacerlo por agradecimiento, además en realidad tenía hambre y dudaba que Mila tuviese algo preparado para mi llegada. – ¿Qué piensas hacer hoy?– él preguntó, ya habíamos llegado a una cafetería no tan lejos del aeropuerto.

–Supongo que acomodar, me gustaría saber si la habitación en la que viviré es habitable o no– los últimos dos días me había quedado en la casa de este señor junto con mi madre y si, tenía un jacuzzi entre otros lujos, aún no entendía porque su hijo trabajaba como ayudante de condominio cuando su papá era prácticamente Rico McPato.

– ¿Solo eso? Vamos, eres joven. Yo a tu edad salía mucho a divertirme con amigos, ¿No tienen planes tú y Mila?– al parecer Camila tampoco era una extraña para él, solo que no lo había mencionado antes. La madre de Mila había colaborado por varios años en proyectos con el papá de Dante así que en varias oportunidades hablaron sobre sus hijos, además mi madre y ella trabajan en la misma empresa, por lo que podía decirse que los tres eran amigos de alguna forma. –Estoy seguro de que Dante puede llevarlas a pasear, seguro se divierten– para este punto su insistencia era rara, tal vez solo estaba probando que tan "responsable" podía ser para contárselo a mi madre.

–Tal vez lo haga– esa fue toda mi respuesta, luego solo seguimos comiendo.

Al entrar al departamento, me encontré con una Mila pegada a su teléfono mientras tomaba jugo de naranja directamente de la botella, eso era antihigiénico en muchos sentidos.

– ¡Volviste! ¿Qué tal tu mamá? ¿Te colocó un brazalete de detención en el pie?

–No, pero me dejo un policía que nos compró el desayuno– dije levantando una bolsa de papel, dentro había un Cappuccino Vainilla con un Croissant para Camila, por más que insistí el amigo de mi mamá estaba obstinado en comprarlo, estaba segura de que si le pedía un celular nuevo él lo compraría, no por demostrar que podía hacerlo sino para hacerme sentir cómoda, sin duda era demasiado inocente y complaciente.

– ¡Genial! Dile que lo aprecio mucho- Mila saltó del refrigerador hasta donde yo estaba y me abrazó con ánimos de asfixiarme solo por molestar, luego se dispuso a comer. –Entonces, ¿Estás lista para hoy?

– ¿A qué te refieres?

– ¿Cómo que a qué me refiero? Nos vamos de fiesta Bri, solo queda menos de una semana para la escuela y no pienso quedarme aquí y tú tampoco lo harás.

– ¿Estás demente? Ni siquiera he pedido permiso, además quería acomodar un poco.

–Bri... No seas aburrida, además ¿A quién le pedirás permiso? Vives sola ahora, eres una adulta.

–Yo...

–Tú nada, saldremos, tengo todo planeado.

Parecía que todo lo que dijera no tendría importancia alguna para ella, Camila era una mujer decidida, su madre le había dado muchas libertades desde pequeña y debido a eso había formado un carácter bastante autoritario, debió aprender a tomar buenas decisiones desde pequeña.

Amor en tiempos de Libertad #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora