Toda historia de amor tiene un final

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Miles de cuentos e historias de amor tienen finales felices, era cursi pensar que mi propia historia tendría uno aun así todo debe acabar alguna vez lo difícil y por supuesto, lo interesante es saber cuando llega ese final. 

Las primeras impresiones al volver a encontrarme con Dante eran magia pura y es que todos nuestros momentos eran así, pero lo que vino después fue indescriptibles en todas las formas, Erick... 

El hombre que me había enseñado a reír luego de pensar que todo estaba perdido, el que estuvo conmigo hasta el final sin importarle cual fuese mi decisión y aun sabiendo cual seria.
 
Dar una definición a lo que yo sentía por el moreno era imposible, era algo fuera de este mundo, como si fuese una clase de fuerza gravitacional lo que nos obligara a estar cerca, no cabía duda que él siempre tendría un lugar en mi corazón, un buen lugar. 

-Hola Bri- susurró sosteniendo mi rostro lleno de lagrimas, aun con esa sonrisa tan suya hacia que mi cuerpo se llenara de una cálida sensación de protección y alegría que solo él podía causar. -Te extrañé- declaró y  solo intenté reponerme. 

-Eres un torpe- dije entre sollozos dándole un golpe sin fuerza en el pecho que lo sorprendió. -¿Por que desapareciste así dejándome sola?- le pregunté con una rabia que se combinaba con la nostalgia y la emoción de verlo de nuevo. 

-Bri, cariño, debemos irnos- la voz de mi padre impidió que Erick se defendiera e hizo que recordara que no eramos solo los dos y fue entonces cuando lo vi, Dante, mi novio y el único dueño de mi corazón durante la eternidad y el único con el cual esperaba no tener un final, porque nuestra historia merecía ser infinita, él estaba destrozado aunque lo ocultara detrás de aquella mala imitación de una sonrisa. Estaba siendo una idiota, pero es que... No podía disimular lo que mi corazón sentía. 

Idiota. 

Respire hondo y decidí sonreír también, acercándome a mis padres, tomaría esta situación con calma y trataría de no lastimar a ninguno de los dos o a mi misma. Dante, Erick.... Mis dos grandes debilidades y fortalezas. 

-Claro, vamonos- respondí agradeciendo a mi padre por su apoyo, sin duda había notado la reacción del rubio también. Di una ultima primera mirada a Erick y luego a Dante, extendiendo mi mano para que este ultima lo tomara. 

-¿Estas bien?- susurró mi novio y solo asentí, Erick clavaba su mirada en mi espalda como un puñal y dolía, pero jamas me arrepentiría de mi decisión. 

Ser la mejor amiga del chico que estaba enamorado de ti no es fácil, siempre hay ciertas tensiones que hay que aprender a sobrellevar, el único problema era que yo no había tenido tiempo para aprender, desde que me hice oficialmente novia de Dante el chico de cabello oscuro sólo había desaparecido de la faz de la tierra por lo que los momentos de tensión estaban a la orden del día. Camila había llegado con su madre para celebrar la llegada de Dante, había sido de sorpresa o mejor dicho por coacción, ella debía ayudarme si quería seguir portando el título de mi mejor amiga. Erieliz era una visitante ocasional en casa de mis padres por lo que tenía mucha confianza, así que junto con abrir la puerta sólo entró y se hizo dueña del lugar, esa mujer no envejecía, cada que la veía Lucía más delgada, joven y hermosa, como una concursante de Miss Universo, aunque totalmente natural ya que jamás la había visto con una gota de maquillaje encima, podría decirse que incluso era algo masculina.

Erick estaba sentado junto a Camila y los dos reían mientras conversaban entre ellos, mi padre estaba junto a mi madre y junto a ella estaba la mamá de Camila, por último Dante y yo, la mesa era redonda por lo cual a mi otro extremo estaba Camila, todos entretenidos en lo que las vida les mostraba excepto Dante y yo quienes nos limitábamos a comer sin hablar, se suponía que esto debía ser algo lindo, bueno para nuestra relación, pero se estaba convirtiendo en un tortuoso proceso de adaptación.

Amor en tiempos de Libertad #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora