Números, formas, ecuaciones, leyes algebraicas, entre otras se habían convertido en mi biblia al entrar a la universidad, habían sido la distracción perfecta de todo lo que había estado pasando, tal vez demasiado perfecta ya que me había estado descuidando un poco y también había descuidado a las personas a mi alrededor.
-¿En serio no quieres salir?- preguntó una noche Camila, su pelo brillaba como si una lluvia de diamantina hubiese caído sobre este.
-Tengo que estudiar un poco más, lo lamento.
Esas eran mis excusas para todo desde aquel momento en el que supe que la libertad tenía sus consecuencias.
-No te encierres Bri, hay muchos peces en el mar.
-Nunca me ha gustado la comida marina- le sonreí otra noche mientras usaba la misma pijama de todos los días sin siquiera lavarla, no olía mal aun, pero se veía desastrosa, yo era un desastre.
Lo más lamentable de estudiar en la universidad de mis sueños era verlo a él por los pasillos, si ese lugar era inmenso, toda una metrópolis de campus, estaba segura que en tanta extensión podía caber una urbanización cualquiera, pero aun así él estaba en cada esquina, en cada pasillo, mirase donde mirase.
¡Maldito Dante Lionne! ¿Por qué llegaste a mi vida en el mejor momento?
Miles de veces intentó hablarme, las primeras semanas de clase me esperaba fuera de las aulas en donde yo tenía mis asignaturas, no sé cómo hizo para averiguar eso pero lo hizo; lo evité siempre, luego comencé a verlo con Alina, ella siempre estaba pegada a él como un chicle, al parecer no se había enterado de nada. Decir que no lloré seria mentir, no por él sino por mí, por sentirme utilizada y tonta.
¡Basta!
Era hora de volver a sonreír a la vida, de volver a creer en mí, no hay hombre en el mundo que se merezca una lágrima de una mujer, no hay mujer en el mundo que sea incapaz de no sonreír de nuevo.
Esa mañana me encontraba en Soft and Take café, una cafetería dentro del campus, tenía exactamente dos horas antes de mi primer examen de cálculo en el semestre por lo cual me encontraba practicando mis ejercicios y tratando de descifrar la calculadora científica profesional que mi madre me había enviado por correo unos días atrás, aun me asombraba que un aparato tan cotidiano fuese tan costoso e inmanejable.
-¡Te odio!- dije dándome por vencida una pequeña risa levantar la cabeza hacia el emisor.
-Tal vez si le hablas con amor funcione- el chico seguía riendo como si yo fuese una tonta, lo era. Me sonroje por reflejo. –Toma, es tu café- el moreno estaba vestido con un delantal color marrón con el logo de la cafetería en el centro, tenía cabello corto negro y una gran sonrisa. –Por cierto, si quieres encenderla solo debes colocarle baterías- él tomó la calculadora y abrió un compartimiento detrás de la misma, era cierto las baterías no estaban incluidas, parecía una estúpida en ese momento, más que lo habitual.
-Gra... Gracias- ¿Tartamudee? ¡Rayos!
-Descuida, es parte del trabajo- volvió a reír, se veía muy lindo cuando reía, me recordaba a mi padre, ellos tenían una sonrisa cálida, que contagiaba felicidad así que no me resistí y sonreí ante sus risas. –Soy Erick, estudio aquí también, aunque ahora estoy trabajando. Es la primera vez que te veo por aquí, ¿Nueva?
-Algo así- suspiré tratando de relajarme, hacía varias semanas que nadie más que Camila me hablaba. –Soy Britanny, estoy estudiando robótica, es mi primer semestre en esta universidad.
-¿Robótica? Que original, nunca pensé que una chica estudiara ese tipo de cosas. Sin intenciones de sonar machista.
-Descuida no lo tomé de esa forma y al parecer tienes razón, soy la única mujer en mis clases de introducción a la robótica y programación computarizada. Aunque no la primera mujer en estudiar la carrera, lo curioso es que todos mis profesores son mujeres. ¿Loco no?
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Amor en tiempos de Libertad #Editando
Chick-LitDante y Britanny, dos mundos opuestos que van por los senderos de la vida, inexpertos y sin previo aviso de lo que pueda ocurrir. Ambos tratando de encontrar lo mismo, esa sensación que nos llena y nos dice que estamos vivos, no es felicidad, no es...