Un relato agridulce

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Los secretos que la noche puede ocultar son infinitos, secretos de dos almas en pleno apogeo, llenos de hambre por saber, por descubrir el mundo entre las sabanas.

Ella me había besado, estaba atónito por esa acción, jamás hubiese imaginado que una simple cita de amigos llegara a ese punto pero llegó y sus labios sabían a cereza, no como la fruta o como algún perfume con tal esencia, más bien era como una paleta de cereza, igual de fáciles para manejar, dulce y adictivos. Eran sencillamente deliciosos, me podía imaginar besándola toda la noche, allí frente a mis amigo o solos. Continuamos solos.

Mathias se había ido a su casa y Camila, quien rayos sabes en donde estaba Camila, no importaba, nadie más que no fuese nosotros importaba en él momento, recuerdo como mi corazón latía, fuerte y acelerado, llegué a pensar que se detendría en cualquier momento dándome el placer de morir en sus brazos, porque si, hasta esa idea sonaba excitantemente preciosa para el momento. Llegamos a mi habitación, no recuerdo haber prendido ninguna luz, aun así ella se veía perfecta de rodillas sobre la cama bañada por los rayos de luna que se colaban por las ventanas, parecía insegura, inocente, la besé de nuevo, ella correspondió.

-¿Tienes miedo?

-No.

-¿Sabes lo que pasara?

-Si.

Estaba loco por tocarla, cada fragmento de mi alma lo exigía con una desesperación dolorosa, la necesitaba cerca, demasiado. La besé nuevamente, nunca me cansaría de hacerlo, no pensaba en nada y ella tampoco, solo estábamos concentrados en el ahora, en ser libres el uno con el otro. Retire su blusa, su torso era delgado, perfecto. Tenía un sujetador que simplemente la hacía ver como una diosa, como un regalo envuelto el cual solo quieres abrir. Sus pechos no se notaban grandes, no eran exagerados, eran esplendidos, redondos y esplendidos. Tal vez miré mucho hacia esa dirección porque ella rió y tomó mi rostro para que la mirara a los ojos, me sonrojé de inmediato. Siempre me había considerado un caballero, mi padre me había educado para eso, pero esta noche dudaba poner en práctica esa educación, esta noche solo quería ser su hombre y hacerla mía.

-Ten cuidado- me advirtió aun sosteniendo mi rostro, hablar era una acción que exigía demasiada concentración y esfuerzo para ese momento así que solo asentí. –Estas hirviendo- dijo después, era cierto, sentía como me quemaba por dentro, subí las manos a su rostro y también lo tomé.

-Tú también.

Un beso corto en los labios, y uno largo en el cuello, ella metió sus manos por debajo de mi camiseta y recorrió mi abdomen mientras yo retiraba su sujetador y allí estaban, libres. Fue inevitable no besar sus pechos, uno por uno, con delicadeza, con lujuria. Mordí aquel hermoso botón de flor en la punta de su seno, ella emitió un gemido, fue delirante, estaba perdido, necesitaba escucharla más, quería tenerla más. Retiré mi camiseta y la recosté en la cama, ella no puso oposición, yo sonreí y la besé de nuevo en los labios para luego bajar poco a poco por su cuello, hasta sus senos y luego su abdomen mientras desabrochaba sus pantalones, sus manos acariciaban mi cabello mientras que dejaba escapar uno que otro jadeo, excitante, enloquecedor. Retiré sus Jeans y los arroje en el suelo, sin duda estaba mucho mejor sin ellos, y fue allí, cuando todo se nublo, no era yo racional, solo era yo pasional, estaba loco por ella y por su olor. La besé en las caderas tenía un lunar en ellas, quería descubrir todos los lunares de su cuerpo. Deslice delicadamente mis manos por sus piernas hasta llegar al borde de fuego, baje sus bragas y estuvo desnuda por primera vez ante mis ojos, era hermosa, no habían dudas.

-¿Estas segura que quieres continuar?

-Sí.

Perdí la cuenta de las veces que ella me hizo sonreír esa noche, sabía que era su primera vez así que me preocuparía porque fuese digna de tanto esplendor. Bese su feminidad, tenía un sabor especial, tal como una porción exacta de LSD, una porción suficiente para elevarte a las estrellas y conversar con dios mientras pierdes el control en el infierno al mismo tiempo. Ella gemía y a mí me encantaba, masaje aquella parte tan sensible con mi lengua, explorando y llenándome de lujuria mientras trataba de no enloquecer con los sonidos que emitía, me perdí en ella sin intenciones de ser encontrado, sentía como se estremecía en la cama, sabía que lo estaba disfrutando, yo lo disfrutaba. Ella me detuvo y supe que era el momento, la besé y luego saqué mis pantalones, quedando en plenitud tal cual Adán en el paraíso, ella, mi paraíso.

-Te amo- me deje llevar, mientras miraba a sus ojos y rozaba mi cuerpo con el suyo. La morena cerraba los ojos muy fuerte, me era imposible no sonreír al verla así tan inocente, tan inexperta.

-Mientes- dijo.

-No, miento. Te amo- la besé de nuevo, no podía estar más seguro de algo como lo estaba de mis sentimientos por Bri, mi reina de ébano, mi perdición y mi salvación. –Dolerá un poco al principio, pero no temas, seré gentil- ella asintió y luego abrió los ojos.

-También te amo.

Todo continúo su curso como si una fantasía preciada se cumpliera, como si el deseo más poderoso se apoderara del ambiente y nadie, ni siquiera el mismo Dios tuviese más poder que nosotros, que nuestra pasión.

Fui delicado al introducirme en ella, la sentí gemir aún más fuerte que las veces anteriores, la besé para darle seguridad mientras continuaba entrando con lentitud, ella me besaba pero no podía evitar dejar de jadear, yo también lo estaba haciendo, se sentía tan apretada, debía poner toda mi cordura para no llenarme de lujuria y penetrarla con todas mis fuerzas hasta que estuviese preparada, mi prioridad era su disfrute, yo disfrutaba con solo estar allí con ella, para ella.

-Lo sacaré ahora.

Lo hice, con delicadeza, ella apretaba sus manos a mis hombros. Continúe Por segunda vez me introduje en ella, seguía igual de apretada, de enloquecedora, de adictiva.

Era la primera vez que ella tenía sexo, era la primera vez que yo hacia el amor.

Continúe, acelerando un poco mis movimientos sin intenciones de lastimarle, sus gemidos se escuchaban más frecuentemente y se unían a los mios, muestra de que ambos disfrutábamos el momento. Llegó el punto donde ya los dos nos acoplábamos perfecto, una embestida tras otro, ella era la mejor de las drogas, me hacía solo concentrarme en seguir vivo para continuar consumiéndola sin importar las consecuencias que eso desencadenara.

-¡Ah!

Había llegado a la punta del Everest, el momento en cual la excitación culminaba en el clímax, el momento en que la lujuria y el placer nos consumían y caíamos uno junto al otro abrazados, besándonos, cayendo en los brazos de Morfeo mientras Afrodita nos miraba con envidia desde el Olimpo.

-o-

Los secretos que la noche puede ocultar son infinitos, pero las historias que la luz del día puede revelar son incluso más de las que pretendemos esconder.

-¿Dante?- su voz seguía siendo celestial incluso entre sueños, la forma en que decía mi nombre era encantadora.

-¿Qué pasa?- contesté con los ojos cerrados aun, le intenté abrazar, no había nadie en la cama junto a mí.

-¿Por qué estas desnudo?- esa no era su voz, estaba confundido. Esa era...

-¿Alina?- sentí como mis venas se helaron, sentía que me había descubierto, aunque tal vez sería mejor, tal vez así sería libre al fin. –Yo... Yo- ¡Esperen! Bri no estaba junto a mí, ¿Me había dejado solo en mitad de la noche? -¿Estamos solos?

-¿A qué te refieres?- ella dudó enarcando una ceja, si la morena de cabellos multicolor se había ido al igual que mis esperanzas de liberación.

-Nada- ella se sentó a mi lado y se abrazó a mí, yo le correspondí, olía dulce, demasiado empalagosa.

-Estas tan raro hoy. Incluso cuando contestaste mi llamada nunca dijiste nada.

-¿Habías llamado?- tal vez Bri no me había dejado en la noche, tal vez ella había contestado a Alina, tal vez mi mentira se hizo trizas ante su ahora extinta presencia en mi habitación.

¡Maldita suerte!

Amor en tiempos de Libertad #EditandoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora