C20 LA VENTANA

2.2K 204 7
                                    


Pasaron dos semanas más desde la última visita de Kit. Griselda, desde ese día, había creado una especie de preocupación. Ella tenía un mal presentimiento respecto a lo que sucedería próximamente.

Las noticias de lo que sucedía en el castillo ya no corrían tan rápido como de costumbre, y eso le creaba ansiedad. Al inicio, para calmar sus nervios se comía las uñas, pero se detuvo al poco tiempo de darse cuenta de lo horrible que quedaban después de eso. Entonces decidió cambiar el flujo de salida para ese estrés de diferentes formas. Cocinando demasiados postres que al final serían tirados al no haber quien los se los zampara todos, muchos bordados que al final le quitaban la belleza a la tela inicial, muchas pinturas que se fueron acumulando en el ático, y la biblioteca casi exploraba por tantos libros que se iban acumulando después de ser leídos.

Griselda estaba tan acostumbrada a saberlo todo, que cuando llegó el día que no sabía nada sentía que se volvería loca.

Sin embargo, el único lugar en donde se comportaba era en la habitación de Annie, o eso pensaba ella, pues la castaña desde el primer día se dio cuenta de que algo mantenía pensativa a su hermana. Ese pie que rebotaba continúa y rítmicamente lo decía todo.

Uno de esos días de rutina, Griselda, después de darle el té a Annie y esperar a que cayera de sueño, fue a encontrarse con su recientemente ausente marido.

Después de tocar la puerta del despacho se escuchó un: adelante. Sus miradas se cruzaron y un suspiro salió de la boca de Hans.

— ¿Que sucede? — preguntó él de mala gana.

— ¿Sabes algo del palacio? Cualquier cosa es buena — dijo ella mientras comenzaba a sacudir desesperadamente el lugar. Esta era la quinta vez que entraba para limpiar, la única mugre que podría remover es la que dejaba al sacudir sus zapatos.

Hans le echo una mirada, entre asustado por sus ataque de limpieza e impresionado por su forma de canalizar el estrés. — Es imposible. Mis informantes no han podido recolectar absolutamente nada. Incluso se atrevieron a renunciar —.

— ¿Kit tendrá algo que ver? —.

— ¿Por qué lo dudas? Obviamente que es él... O mi madre. No estoy tan seguro por que últimamente esos dos me excluyen, y desde que me casé contigo se supone que ya no tengo nada que ver con lo que pase ahí. Así que...—.

— Dime una cosa Hans... Honestamente... — Griselda dejo de limpiar y se acercó lentamente al escritorio, posicionándose a un costado de Hans — Tu madre no tiene planes de morir antes que él rey ¿cierto? —.

— Cuida tu lengua. Incluso yo no podría salvarte de ella —.

— Dímelo... Dime la verdad... —.

Hans frunció el entrecejo y se inclinó en su silla mientras sus dedos se entrelazaban.

— No lo creo... pero sea lo que sea, no tengo planes de involucrarme en todo esto. Sí mi madre termina en la horca, no moveré ni un dedo aunque me duela. Ahora tú llevas a mi hijo en tu vientre, simplemente ya no estamos para jugar ajedrez y beber té a la ligera —.

— Quizá. Pero también debemos considerar que Kit quiere a Annie con él, no sé si por capricho o amor; después tenemos a la basura de trigo, estoy casi segura de que tú madre y ella se entienden —.

Después de terminar de hablar, Griselda miró detenidamente cada expresión de Hans. Era un método masoquista. Griselda sabía que a pesar de que ella estaba a punto de darle un hijo, Hans seguía queriendo a su hermana, y ella sufría amarga y divertidamente con eso.

LEGACY: Las Hermanas TremaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora