C29 QUIERO ENTRAR AL CASTILLO

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Casi todos los días eran iguales en el castillo DunBroch. Pese a que era más civilizado gracias al poder que tenía Lady Jocasta sobre todos ahí, no dejaba de ser un lugar salvaje.

Sobre todo por Miss Megan. Quien era todo, menos una miss. Por las mañanas se podía escuchar el relincho de su cabello, avisando a medio mundo que estaba por hacer otro viaje matutino. Por las tardes el choque del acero persistía demasiado, miss Megan era demasiado competitiva. Y ya por la noche, las bulliciosas fiestas​ no dejaban dormir muy bien. Sin embargo, Griselda encontró interesante a esta extraña y poco femenina joven de catorce años.

En una de esas tardes bulliciosas en el patio, Griselda salió con un vestido para montar a caballo. En realidad no planeaba montar, detestaba montar a caballo.

Por otro lado, Annie fue obligada a acompañarla. Bajo el pretexto de que necesitaba sol en esa piel pálida y sin vida.

— ¡PATEEEE-TICOOO! — se burló Megan del chico que era más músculos y cabello que cerebro, y después se echó a reír abiertamente de él y a carcajadas.

Al alto joven moreno no le pareció agradable la actitud de la pelirroja, más que nada porque había perdido por décima octava vez contra ella en arquería.

— Solo te deje ganar, no es para tanto — trato de buscar excusas el muchacho.

La cortina de humo no funciono, Megan se carcajeo diez veces más fuertes al escuchar sus excusas.

Lo más humillante para el muchacho no era el hecho de que una mujer se burlaba de sus habilidades sino también los hombres presentes, en su mayoría adultos que conocían el arte bélico. Por lo cual, dominaban algo tan simple como el arco y la flecha.

Las carcajadas estaban a flor de piel hasta que miraron a dos "frágiles" mujeres acercarse a ellos. Sólo entonces las risas bajaron de volumen hasta desaparecer por completo.

Era muy incómodo, así que los adultos comenzaron a hablar en gaélico. Megan se les unió dos segundos después.

Griselda permaneció parada junto a las flechas. Pasando su mano sobre las plumas y la punta filosa. Fue entonces que Megan dejó de ignorarla y se le acercó.

— ¡Ey! Deja eso, Sassenach, te puedes hacer daño. Lo cual sería magnífico para mí, pero no tanto para mi padre —.

— Quiero intentar — habló Griselda.

Megan la observó por unos segundos, miro en sus ojos un brillo peculiar. En un principio planeaba rechazar su idea pero tras ver ese brillo se interesó.

— Bien... — dijo, luego miró a Miss Anastasia. — ¿Tú también? —.

Griselda contestó por Annie antes de que siquiera abriera la boca — Si, ella también —.

Annie frunció el ceño y Megan arqueo una ceja.

— Si, ella realmente lo desea. Lo veo en su cara — se mofo Megan.

— De cualquier forma, ella es mi hermana menor. Todo lo que yo diga ella lo tiene que hacer. Es su obligación al estar bajo mi tutela —.

— Los ingleses son tan comunicativos entre ellos. Su conexión fraternal me conmueve tanto... — se mofaba Megan con exagerada actuación en gaélico con los adultos, quienes rieron sin tapujos.

Griselda se molestó mucho pero no lo mostró. Sólo se quedó parada ahí, esperando a que Megan dejara de reír.

La pelirroja esperaba que con las burlas se fueran pero descubrió que eran iguales de persistentes que ella. Por un lado no quería enseñarles a usar el arco, pero por otro tampoco quería tenerlas siempre plantadas en el suelo de su lugar favorito. El único en donde su madre no ponía un pie.

LEGACY: Las Hermanas TremaineDonde viven las historias. Descúbrelo ahora