Epílogo

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Fue un día de invierno cuando ellos dos se conocieron, fue un día lluvioso cuando se reencontraron y uno nevado cuando se reunieron como la familia que siempre habían soñado ser.

Sus sueños se hicieron realidad, habían llegado al final de un camino y al mismo tiempo al comienzo de otro. Una nueva aventura los había estado esperando.

Después de años de espera, finalmente tendrían su felicidad tan anhelada. Ellos dos... almas en sufrimiento ya no tendrían que lamentarse más porque después de toda oscuridad siempre viene la luz. Después de toda esperanza, los sueños pueden hacerse realidad.

El día de su boda fue un momento hermoso e inigualable, nadie podría quitar de la cabeza de Bruce a aquella mujer, el amor de su vida, caminando con su vestido de novia hacia el altar. A ella nunca se le olvidaría lo guapo que se veían Bruce, quien prácticamente ahora era su esposo, con su terno de color azul marino mientras esperaba por ella.

Las niñas, ambas con vestidos blancos, eran las damas de honor. Vanessa, aquella niña que había sacado sonrisas y también muchas canas verdes a sus padres debido a su enfermedad, llevaba una corona de flores rosa pálido casi blancas. El color blanco siempre había llamado su atención, era un color que la representaba completamente pues era una niña que siempre había querido sanar sus heridas y volver a ser inocente e ignorar la crueldad que le había tocado vivir.

Por otro lado, estaba Paula. Aquella niña que había nacido con un don, el cual era la inteligencia. Ella a su tan corta edad, podía entender cosas que niños más grandes no podían ya sea a nivel educativo como en la vida. Ella llevaba una corona de flores celeste pálido, su color favorito.

Vanessa y Paula, al igual que Bruce y ella; tenían muchas similitudes como diferencias, pero eso era lo que hacía más especial la relación y más unida a la familia.

Después de haberse hecho los votos, las preguntas y de decir: Sí. Acepto.

Los pocos invitados que habían en la pequeña catedral se levantaron y aplaudieron deseándoles las mejores de las suertes.

Tatiana y Eduardo los miraban fascinados, esperando ser los siguientes.

Darren tenía una sonrisa triste pero sincera, lo único que deseaba más que nada era algún día poder encontrar una mujer tan increíble como ella.

Ian también estaba en el lugar, al costado izquierdo de su hermana, observando como este era el final de su historia inexistente con ella. Él después de mucho, había entendido que su amor por ella no lo llevaría a nada y había comenzado a tener citas a ciegas para seguir con su vida.

Bruce y ella, voltearon a ver a los invitados después del apoteósico beso. Con sus miradas expresaban la gran emoción que sentían, nunca habían sido tan felices como aquel día ya que para ellos esta no era una simple boda, sino la promesa de que vendrán días mejores.

Finalmente estaban casados, eran marido y mujer. Si alguien les hubiera preguntado de niños si creían que se casarían, ambos habrían respondido que no porque esto no estuvo en sus planes y eso era lo que lo hacía más especial. Lo que no es planeado suele ser mucho más maravilloso y espléndido.

Ese mismo día más tarde, se dirigieron todos a su hogar después de una celebración en uno de los restaurantes más reconocidos de la ciudad. La situación económica de ambos se había estabilizado y ahora podían darse sus gustos de vez en cuando.

Las niñas al llegar a casa cayeron rendidas en su habitación donde ahora dormían juntas. Bruce y su esposa, las ayudaron a colocarse sus pijamas cuando aún estaban semidormidas, después de eso se dirigieron a sus respectivos cuartos; al no haber estado casados, ellos habían optado por dormir en cuartos separados.

Minutos después, cuando ella estaba preparándose para dormir, tocaron su puerta. Era Bruce con una caja de chocolate blanco, su favorito.

—¿Bruce? ¿Qué sucede?

—¿Puedo pasar?

—Claro, pasa.

Él cerró la puerta después de entrar y ella se sentó en la cama esperando a que hablase.

—Me preguntaba...

—¿Te preguntabas...?

—Si podríamos empezar a dormir juntos desde ahora.

—Oh. Supongo que sí. Lo siento, no pensé en eso.

Él rió nervioso, había estado pensando por media hora la manera correcta de pedirle su permiso.

Después de una larga charla y risas, los dos se acostaron mirando el techo de la habitación.

—¿Te arrepientes de alguna cosa que ha pasado en tu vida? —preguntó Bruce girándose para poder observarla.

Ella lo pensó detenidamente. —No —respondió—. Creo que todo lo que me pasó fue por algo. Cada experiencia que viví, me hizo más fuerte y me ayudó a estar aquí hoy. ¿Y tú te arrepientes de algo? —le preguntó a Bruce.

—No. Aunque a veces extraño a mi familia, como recordarás... murieron hace tiempo —ella asintió con tristeza—, creo que si mi hermano hubiera sobrevivido, nunca hubiera sido el mismo. Trato de decirme cada vez que me pongo mal, que él está con nuestros padres y de alguna manera están velando por mí.

Sonrió.

—Comprendo lo que dices, Bruce.

—Me puedes llamar amor. No me molesta —bromeó.

Ella se rió, se sentía como si estuviera en un tipo de sueño, en un mundo donde solo ellos dos existían. Todo lucía tan irreal, pero no tenía miedo porque ella sabía que esa era solo una sensación.

—Bueno. Amor —dijo en tono forzoso—, gracias por querer a Paula. Sé que es difícil introducirte en su vida con 5 años de retraso pero déjame decirte que hiciste un gran trabajo.

—Es lo mínimo que podía hacer por ella. Me he perdido tanto de su vida y no planeo perderme ni un segundo más. No podría haber deseado mejor familia que ustedes. Gracias por todo, amor.

Él agarró la mano de su esposa, le besó la frente y con el tono más sincero posible dijo las siguientes palabras.

—Tal vez no tenga el mejor físico ni sea alguien con bastante dinero, pero te prometo que haré todo lo que esté a mi alcance para hacerte tan feliz como tú me haces a mí. Te amo, Emma.

Cuando él dijo su nombre, ella sintió como se le ponía los pelos de punta. No era la primera vez que Bruce lo decía después de haberse reencontrado, pero aún así le encantaba y más en momentos como este ya que él más se dirigía a ella como "La madre de Paula".

 —Y yo a ti, Bruce —dijo Emma mirándole a los ojos—. Y yo a ti.

Cuando ella decidió irse [COMPLETA-EN EDICIÓN] - 1ER LIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora