Extra #1

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Emma

Me encontraba completamente sola en lo que parecía ser mi habitación, pero había algo raro en ella. Las fotografías que Bruce había pegado un año atrás, no estaban y la puerta estaba cerrada con llave. ¿Quién me haría esto?

Se escuchó un ruido sordo proveniente de la ventana que daba para el exterior. Esta se abrió haciendo que por instinto me alejara y sin querer, me golpeara la cabeza con uno de los estantes que había en mi pared.

Pude visualizar una sombra en el marco de mi ventana y luego esta procedió a introducirse en mi habitación. Aquella persona rió.

Esa risa... aquella risa que se repetía día y noche en mi cabeza; maligna y llena de locura insana.

—¿Qué es lo que estás haciendo aquí? —pregunté demandando una respuesta.

Él se acercó y su figura se fue haciendo más nítida ante mis ojos.

—¡No te acerques! ¡Dime a qué has venido!

—He venido a hablar, hoy día no pienso hacerte daño.

—No te creo.

—Respuesta incorrecta. Me temo que tendré que hacer esto. -Se acercó a gran velocidad y antes de que pueda escapar o agarrar algún objeto para defenderme, me sostuvo con su fuerte agarre y me introdujo una aguja en el hombro.

—¡Qué estás haciendo! ¡Suéltame! —grité con dolor. Lo que sea que contenía la aguja, era como masa hirviendo entrando en mi organismo. Intenté zafarme pero era inútil, poco a poco la fuerza me iba abandonando.

Mi cuerpo comenzó a pesarme y sentí como cada centímetro del cuerpo dejaba de reaccionar hasta el punto que dejé de sentir mis músculos. Caí al suelo, después de unos cuantos segundos. Quería quejarme y gritar, pero era como si mi cuerpo no sirviera más.

—¿Qué sucede? De pronto te has quedado callada —dijo agachándose—. ¡Vamos! ¡Habla! Ah, cierto. Ya no puedes —colocó su mano en mi rostro, aunque solo sentía pequeños cosquilleos en la sección que tocaba. Quise fruncir el ceño aunque no hubo resultado alguno, tampoco podía controlar mis expresiones, eran como si estuvieran dormidas.

Él me sujetó del torso y me cargó hasta posicionarme en la cama. Me echó y acomodó a su gusto, dejando un pequeño espacio para sentarse.

—Lo que te he puesto es un relajante muscular... algo fuerte —sonrió—. Solo te mantendrá así unos minutos. Los suficientes para poder tener una conversación normal. Lo lamento si tuve que hacer esto a la fuerza, pero no tengo ganas de perder el tiempo tratando de calmarte.

Me sentía estúpida. Me había quitado el control de mi cuerpo, lo único que podía hacer era mover mis ojos y cerrarlos. Intenté mirarlo con odio; sin embargo, parecía que no se daba cuenta.

—Mi reina, ¿recuerdas la primera vez que nos conocimos? En serio, se sintió como que fui golpeado por un relámpago. Realmente sentí que tenía todo en este mundo. -Pasó su mano por su cabello, se veía frustrado —Tú me mataste y no tenía la fuerza suficiente para devolverte con la misma moneda.

Se acercó hasta que su cara estuvo demasiado cerca a la mía e inhaló. —Hueles al mismo perfume de siempre. Pensé que cambiarías de perfume al igual de rápido que me cambiaste a mí. ¿Es ese chico que se hace llamar tu esposo, el mismo crío idiota que te arrancó de mis brazos hace años? ¿Ese tal B? —se burló—. ¿Sabes? Pensé en esto un poco... y si vas a ir a otra persona, sería mejor que te mate. He esperado bastante para que te lamentes de tus acciones; esperaba un perdón de tu parte o un te extraño pero ya veo que no vendrá, ¿cierto? Así que supongo que mi propuesta... está bien contigo, ¿verdad?

Cuando ella decidió irse [COMPLETA-EN EDICIÓN] - 1ER LIBRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora