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Le cuento a mi juventud que no me deja vivir, no me deja existir.

Le informo que soy como una hoja de papel.
Ando en blanco, sin tinta ni lápiz.
No hablo.

Y tener palabras invisibles no cuenta.
Sonreir tampoco.
Reírse de todo, menos.
Así que la gente se encarga de escribirlas por mí.

Con letras picudas, burlonas y sin corazón, escriben lo que creen que soy.

Y yo me quedo quieta sin saber qué hacer.
Tal vez sólo me enoje, tal vez lo deje ser; pero por ése instante, sólo no sé.

Comprendo que mi letra es más clara y legible.
Porque es más pura, es simple, es sincera.
Pero no encuentro otra tinta que no sea la invisible.

Aparento serenidad; lo soy, pero allí no lo siento.

Soy las mentiras del mundo, palabras de otros y definiciones sin sentido ni razón.

Ahora comprendo que no sé escribir con tinta.
No sé; tampoco la encuentro.

CoraticumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora