40

40 10 0
                                    

Dulce.
Tenía dulce en el dorso de las manos.
En la superficie de sus brazos.
Y en un lugar que limitaba con la mueca de su bondad.

Tenía.
Era un dulce cálido y sereno.
De mucho era empalagoso.
Y de poco era magistralmente maravilloso.

Poco.
Capaz de quedarse pegado sobre las uñas de sus dedos.
Mezclando aquel lila en sus uñas con el color del caramelo.
Éso era dulzura.

Sí.
Tenía dulce en el dorso de sus pálidas manos.
Aquél dulce era cálido y sereno.
Era poco.
Pero en ella éso era dulzor.

Mucho.
Porque ella misma era el dulce del caramelo.
Y al mismo tiempo, era tan dulce, cálida y serena como una flor.









CoraticumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora