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Que me daban unas ganas de ir corriendo a abrazarte...
Que me refrenaba a mí misma para no ir de una para besarte...
Para sonreirte...
Mirarte...
Y para decirte, con mis ojos carceleros de algo más que una mirada, que...

Que te quiero.

Y así,
sin tontas contemplaciones,
sin inútiles enredos,
sin tonteras ni tropiezos;
declararte una verdad irrevocable.

Algo que no basta tapar con evaciones, porque...:
Siempre logra traspasar
mis tontos ojos de colores.
Algo que no necesita de malinterpretaciones,
porque está tan claro y sereno, como:
El mismo agua de cielo.

Y te quiero.

Aunque te desconozca.
Aunque te ignore.
Te evada.
Y te esquive,
como la digna joven con pudor
que aún soy.

Porque por ahora...

Te quiero.
Te observo.
Y te sueño.

Y me gusta quererte.

Aunque...

Me da miedo quererte.

No me cabe duda que
me da miedo el quererte,
el expresarme ante vos
con sinceridad...

¿Qué pasa si no me querés?

¿Qué pasa si no me aceptás?

Já,
y pasaría,
nada.

Porque te quiero con todo
y evasivas,
escapadas.
Con pavoneos,
con caminatas.
Con sonrisas,
von apartadas.
Con tus ojos...

Ah,
tus ojos.

Tonto;
tús ojos...

Y te quiero,
querido.
Aunque parezca inadvertido.

Ah,
cómo te quiero...

Y ni siquiera peleo.

Pero...
tal vez.

Sólo...
tal vez.

Puedas ser mi maravilla,
querido tonto loco e indemne sentimentalista.









CoraticumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora