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Mis ojos están cansados, mi vista borrosa.

Cada noche espero una simple respuesta, que no llega.

La vida me dice cosas que no entiendo, descifrarlas es un enredo confuso que me juega en contra.

Le dije muchas cosas, le pregunté otras.

La lealtad no me abandona, aunque su justicia se equivoca.

Lo encuentro en cada sueño lúcido, le dejo recorrer mis tiempos.

No sabría porqué los pienso, pero la alegría ficticia no hace tanto daño; al menos eso creo.

Le quería como a pocos, porque pocos años tenía yo.

Podía escribirle cartas completas que seguramente desecharia sin culpa, sin remordimientos.

Y las pocas sonrisas sentidas que creé en él me perseguían sin sentido y hacían que la vida se estancara en un deseo...

Un tonto deseo sin dolor.

CoraticumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora