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Cuento secretos a voz viva.
Saco palabras desde un corazón de cristal y las dejo tendidas sobre un camino lleno de polvo mojado y tierra con agua de lluvia.

Me tapo la cara con vergüenza, al darme cuenta de las cosas que salieron del cristal.
Porque, aparentemente, mi corazón era casi tan transparente como aquél material y mis palabras eran tan visibles para el mundo como grieta en ventanal.

Dentro de toda la pena llegan dos voces que me calman y me animan a levantar la mirada.

Me dicen que en todo lo malo hay algo bueno y que lo que yo siento no es malo sino bueno.

Intento explicar la burda indecisión que me invade, pero me encuentro con que soy incapaz de hacerlo.

Mezclo palabras con cuentos que me suenan a papel viejo, encuentro mentiras simples y las uno con mi historia corta de doscientas palabras.

Ellos me hablan y yo me confundo.
Me sonríen y yo los admiro; los aprecio por hablarme y escucharme, aconsejarme y retener lo que yo creía que eran tontas y banales ilusiones.

Sigo afirmando que no entiendo, que no me entiendo.

Es loco y complejo para mí.

Igualmente siento que me esquiva.

Y todo parece un juego tonto hecho por mí sin sentido.

Quiero pensar que es mentira, pero no lo entiendo y tampoco logro asimilarlo.

No entiendo nada, digo sin aliento.

No entiendo.


















CoraticumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora