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Te debo una, campeón.
Me cantaste casi al oído, sin razón.
Me ofreciste un susurro hecho canción, y de ahí directo a mis sueños fue y se repitió.

Te debo unas buenas letras para cantar cuán agradecida estoy por esa nimiedad.
Me encantaría que no te aburrieras de mi voz, y con sinceridad me dieras una sonrisa agridulce, como yo lo hice ante vos.

Te debo poco y más, corazón.
El bono lo tengo en las palabras que canto sin pensar.
Allí en los latidos de mi corazón te pagaré cada segundo que recitaste con mi tonta y absurda voz.









CoraticumDonde viven las historias. Descúbrelo ahora